Hemos dicho y escrito que la dictadura cívico-militar-neoliberal destruyó al sistema de universidades estatales exigiéndoles que sometieran la academia al sistema mercantilista de autofinanciamiento y administración de gestión adecuada al lucro o productividad monetaria. Esto se realizó por la ley de Universidades de 1981 y posteriores hasta 1987 y finalmente por la LOCE de 1990.
Pero lo más perverso es que los gobiernos posteriores, continuaron con la tendencia destructiva de la academia en beneficio del modelo de usina productora de titulados y venta de servicios a las empresas dentro de las cuales estaba la gran minería, incluida la nacional (ley LGE).
Nunca se ha discutido la ética de estos servicios o mal llamadas “vinculaciones externas” o innovaciones y sus conflictos de intereses en las comisiones de ética universitarias.
Tampoco la proporción de energía universitaria dedicada a ella en relación a la propiamente universitaria que es la “ciencia” como expansión de las fronteras de las matrices disciplinarias o creación de conocimiento sin aplicaciones inmediatas o evidente; o la energía académica dedicada a la filosofía; o la dedicada a la estética; o a las humanidades o a las ciencias del espíritu, etc., que constituyen lo propiamente universitario académico y sin lo cual no puede pretenderse que una institución sea una universidad.
La ceguera a la que ha llevado la discusión monstruosa e interminable sobre gratuidad y que no permite ver los problemas y realidades propiamente académicas y que estando a días de la inscripción por parte de los jóvenes en las instituciones de educación superior no se tenga una ley a la que atenerse, demuestra la incapacidad del aparataje político institucional de Chile.
Recalcaremos que hablar de gratuidad lleva a un engaño grave de profundas implicancias éticas e institucionales perversas. No hay ningún proceso educacional o instruccional que sea gratis. Los políticos y el país quieren dormirse en la idea que nadie va a pagar esa educación.
No es cierto, paga el Estado, es decir. pagamos todos los chilenos, y si todos los chilenos pagamos todos tenemos derecho al control de esa educación que estamos pagando (eso es lo que se quiere callar y no tratar).
Por esta realidad es que la única educación mal llamada gratuita debe ser la de las universidades estatales, porque esas universidades estatales ya son controladas por todos los chilenos a través de contralorías y jurídicas internas que tanto daño hacen por retrasar y obstaculizar toda iniciativa.
Cuando el Rector Vivaldi (u otros de las universidades estatales) hace ver a esta condición preferencial, que tienen que tener en justicia y como obligación de Chile de reparación a las universidades estatales, o se hacen los lesos, o dicen que no se entiende o finalmente se lo descalifica diciendo que propone impertinencias.
Las universidades estatales deben recuperar el financiamiento estatal completo de su quehacer porque simplemente son propiedad del Estado de Chile y tienen el control del Estado de Chile. La gratuidad del pregrado de la que se está hablando no financia ni el 10% del quehacer creativo en arte, filosofía, ciencia, humanidades, tecnología, extensión, formación integral y muchas otras funciones que la universidad de Chile realiza.
La pretendida normalización o reestructuración de la Facultad de Medicina propuesta por el Decano, entra en este marco de la dictadura cívico-militar-neoliberal: cuadrar la caja reduciendo la Facultad sin importar la productividad académica del grupo de académicos reducidos. Ya se anunció la reducción de jornadas de matemáticas sin tener un programa de desarrollo de las matemáticas adecuado a una Facultad de Medicina siglo XXI.
Se anuncia ahora la reducción del ICBM en casi un tercio de sus jornadas, siendo que el ICBM en cuanto a academia es comparable a la séptima universidad de Chile y es uno de los centros más productivos de ciencia, sino el más productivo, en relación a las jornadas e ingresos por jornada que tiene.
Todo esto sin un proyecto que justifique esta reducción. Se esgrimen, especialmente por parte de clínicos, y esto es muy grave, que en medicina no se necesitan doctorados, ni ciencia básica, ni ciencia clínica que es de ella dependiente. Es decir, coinciden con la cruzada que la Dictadura instaló contra la ciencia, el arte, la filosofía y las humanidades de tal modo de destruir para siempre la academia en Chile.
Todavía no se habla de una carrera académica a nivel nacional, siendo que es la única forma de asegurar educación de calidad a todos los chilenos. La acreditación está al margen de la carrera académica, es decir que los integrantes de las comisiones y consejo acreditador no se acreditan por carrera académica (porque ésta a nivel nacional no existe) por lo tanto están desacreditados académicamente.
El terror continúa y se está hablando de vender el Conservatorio Nacional de Música (el edificio, menos mal). No nos quedó otra que aceptar a la Dictadura estas actitudes y conductas pero, en los dichos académicos (que ahora se ve que no lo son), estas pretensiones son una sentencia de muerte para la verdadera academia.
A 150 años del trabajo de Mendel no puedo dejar de mencionar que en estas condiciones sus investigaciones habrían sido consideradas inútiles porque no producían dinero a corto plazo, pero sus descubrimientos llevaron a generar cientos de miles de millones de dólares a 40, 50 y más años plazos.
Curiosamente a Mendel le ocurrió lo mismo con sus superiores, cuando pidió tiempo para dedicarse a descifrar otros enigmas que había descubierto, se lo negaron, porque no debía perder el tiempo en estos estudios teniendo obligaciones pastorales más productivas y porque no era propio para un sacerdote dedicarse a las cosas del sexo aunque fuese en las plantas.
N de la E :Gregor Johann Mendel, monje agustino católico y naturalista nacido en Austria, que descubrió, por medio de los trabajos que llevó a cabo con diferentes variedades de arvejas, las hoy llamadas leyes de Mendel que dieron origen a la herencia genética. En sus resultados encontró caracteres como los dominantes que se caracterizan por determinar el efecto de un gen y los recesivos por no tener efecto genético (dígase, expresión) sobre un fenotipo heterocigótico.