El tema de los jóvenes que no estudian ni trabajan ha sido muy estudiado, especialmente porque Chile es el país que tiene el porcentaje más alto de “NINI” de la región, medido en relación al total de jóvenes de un cierto rango de edad.
El informe “Education at a Glance” de la OCDE, que hace comparaciones entre los países integrantes de esa organización, al analizar la situación de los jóvenes entre 15 y 29 años, ha evidenciado una disminución en el indicador más reciente disponible en nuestro país.
No obstante, se debe señalar que si uno mira el tramo de edad entre 15 a 24 años (que es el que parece más adecuado para analizar el fenómeno de los jóvenes) el número de “NINI” es mayor, porque la tasa de desocupación disminuye en forma importante en el tramo siguiente (de 25 a29 años).
De todas maneras, la disminución tiene mucho que ver con el punto de comparación, la cifra de 19% que presenta la OCDE, es menor que los años anteriores debido a la disminución en la desocupación existente a partir del 2009, ya que ese año la cifra fue muy alta por el impacto de la crisis financiera internacional.
Por otro lado, la disminución se debe al incremento de la cobertura de la Educación Superior, que impacta en forma importante a los jóvenes desde los 18 o 20 años. Este crecimiento en la cobertura ha sido especialmente importante desde 1990 en adelante, por el aumento de la educación superior privada.
Lo anterior explica en buena medida otro de los puntos que se destacan en dicho informe: en educación superior (o terciaria, como la denomina la OCDE), nuestro país presenta un gasto total en este nivel, del 2,5% del producto, lo cual es de los más altos porcentajes dentro de los países de la organización.
Por supuesto, el total de recursos por estudiante que dispone nuestra Educación Superior, es más bajo porque nuestro PIB per cápita es menor – incluso corregido por el indicador de poder de compra – que el de casi todos los países contenidos en el informe, que son los más desarrollados del mundo.
Un aspecto que no se señala es la importante diferencia entre géneros. En promedio, uno de cada cinco jóvenes está en esa situación de no estudiar y no trabajar. Este porcentaje es mayor en el caso de las mujeres porque un grupo importante de ellas debe dedicarse a trabajos no remunerados, como las actividades domésticas. Además, la tasa de desocupación de las mujeres jóvenes es mucho más alta que la de los hombres, es decir, aunque deseen trabajar muchas no lo encuentran.
El promedio también esconde fuertes diferencias entre grupos según ingresos, que se observa al clasificar a los jóvenes en grupos de igual tamaño, según niveles de ingreso familiar. En el quintil (20%) más bajo, un 25% se clasifica como “NINI”; en el quintil más alto menos de un 5% está en esa situación. Lo que eso muestra es uno de los desafíos importantes que tiene nuestro país, que es cómo aumentar la cobertura de la Educación Superior para los jóvenes de menores ingresos. Otro es aumentar su productividad y empleabilidad.
Las políticas focalizadas de capacitación y empleo hacia los más jóvenes ayudan, pero lo más importante es que la desocupación de los jóvenes depende fuertemente del crecimiento económico.
Respecto a ampliar el acceso a la Educación Superior, necesariamente requiere aportes del Estado, porque el financiamiento privado, por la vía de pagar aranceles, tiene muy pocas posibilidades de crecer en los sectores más pobres. Eso también es más probable con crecimiento económico, que aumenta la recaudación de impuestos.
El crecimiento es clave para las políticas sociales; los jóvenes dejados atrás nos plantean un tremendo problema ético y tienen un gran potencial de generar comportamientos muy complicados para la vida en comunidad.