“Los desafío a ir a mi sala a conocer las condiciones en que trabajamos”, dijo con firmeza Mónica Muñoz, profesora de Lenguaje del Liceo de Santa Cruz, a quienes participábamos en una asamblea sobre carrera docente en esa ciudad. Para su sorpresa acepté el desafío.
No tengo palabras para describir la emoción que sentí al ser testigo de la dedicación y el amor puesto en la enseñanza por una profesora de nuestra educación pública, así como de la respuesta atenta e inteligente de sus estudiantes, conscientes del valor de lo que allí ocurría.
Durante días he participado de reuniones con profesores recogiendo su opinión sobre un proyecto de ley que es pieza fundamental de la reforma educacional. Por eso quiero decir fuerte y claro que este proyecto debe ser analizado con cuidado.
Son muchas las respuestas que debe entregar el debate legislativo. Entre otras, ¿convertiremos la pedagogía en una carrera verdaderamente atractiva, con formación inicial y continua de excelencia, así como con remuneraciones que permitan dedicar una vida a ella y jubilar con dignidad?
¿Las etapas en la carrera y los mecanismos para transitar entre ellas son un camino que estimule el crecimiento personal y profesional, que reconozca efectivamente el mérito y la experiencia?
¿Qué mecanismos reales incorporamos para apoyar el trabajo con estudiantes vulnerables?
¿Cuánto cuesta lo que se propone y cómo lo financiaremos? Y una vez aprobado el proyecto,¿se asegura la continuidad efectiva, sin trámites engorrosos, de las condiciones laborales de los profesores actualmente en ejercicio?
El proyecto de carrera docente no resolverá todos los problemas de la educación. Promover un sistema educacional de calidad e inclusivo es sólo una promesa vacía si no creamos las condiciones adecuadas para que los profesores, especialmente aquellos que trabajan en contextos difíciles, puedan desplegar todas sus potencialidades.
La responsabilidad que tenemos los parlamentarios es enorme. Debemos garantizar que en el debate legislativo sobre carrera docente sean escuchados no sólo los expertos, sino también los docentes y las comunidades escolares.
Tenemos que encontrar respuestas a las múltiples interrogantes que se han planteado, pero especialmente, deberemos hacernos cargo de la realidad que todos los días viven Mónica Muñoz y miles de profesores y estudiantes en sus salas en todo el país. Otra cosa es con guitarra.
Me siento orgulloso de Mónica y sus colegas profesores y asistentes de la educación. Ellos se juegan todos los días por el país, por nuestros niños, niñas y adolescentes. Llegó la hora de devolverles la mano.