Después de estar más de cuatro décadas al lado del magisterio, mediante la presencia gremial, académica y la propia actividad profesional, me doy cuenta que poco o nada se avanza en mejorar las condiciones de trabajo de este gremio de tanta importancia para cambiar la calidad de la educación en Chile. Es lamentable, pero así es, pese a algunos esfuerzos parciales que se han realizado para mejorar sus condiciones de trabajo profesional.
Comencemos con algunos factores que no han permitido el mejoramiento de la calidad del trabajo de los educadores.
La calidad de las universidades que forman profesores son malas o muy malas, con curriculum decimonónicos, es decir, se sigue enseñando con metodologías tradicionales y autoritarias, en donde las habilidades del pensamiento de los futuros profesores no son desarrolladas como debía ser, en una época llena de redes, informática y tecnologías avanzadas de información y comunicación.
Las Universidades no aplican el precepto de que se aprende haciendo, es decir, muchas de ellas, quizá la mayoría sigue aplicando, solo a fines de la carrera una práctica pobre y escasa de presencia del alumno a punto de egresar en la sala de clases y en la gestión del establecimiento educacional.
Las didácticas utilizadas por las Universidades no logran superar el círculo de la enseñanza recibida por los alumnos en sus niveles de básica y media: ellos siguen siendo escuchantes de lo que dice un profesor que aún cree en la sabiduría individual. Nada de desarrollo de competencias blandas, de trabajo en equipo, de nuevos liderazgos, nada de comunidades de aprendizaje, de resolución de conflictos, de experiencia con padres y apoderados, de trabajo de casos en profundidad, etc. además de sus propias especialidades.
Las Universidades se siguen caracterizando, en las carreras de pedagogía que se imparten, como procesos llenos de tiza y pizarrón, de fotocopias, plagadas de curriculum centrados en la lecto escritura y el cálculo, en memorizaciones sin mucho sentido, con una baja importancia a la didáctica como disciplina del saber hacer..
Los Gobiernos de hoy y de hace algunas décadas no han podido superar la carencia de contar con políticas docentes coherentes y profundas dirigidas hacia el mejoramiento del trabajo profesional de los profesores, pues sus Ministros poco o nada han sabido de educación y de pedagogía. No han sido capaces de comprender que esta tarea es tanto o más difícil que cualquier otra profesión.
Por otra parte, los profesores como gremio no han sido capaces de elaborar, con conocimiento de la ciudadanía, propuestas serias en materias de políticas educativas. Ellos se han transformado en un gremio reclamón (quizá con justificación plena), pero no en una institución que aporta soluciones y cuando lo han hecho, no han sido escuchados. Lo más serio que se les conoce en estas dimensiones son los Congresos Educativos que se han realizado con la debida participación de las múltiples corrientes ideológicas que lo conforman. Hoy nuevamente los veremos en las calles, pues no han sido escuchados con seriedad, más aún cuando el país tiene una deuda inconmensurable con ellos.
Ya planteada una parte de la Reforma Educacional, de la cual aún no conocemos una visión global de la misma, viene el plato fuerte, que es que aquellos que laboran de manera permanente en el Ministerio nos digan qué piensan sobre el mejoramiento de la calidad de las fuentes de ingreso de los profesores y que estos a su vez nos afirmen qué y cómo estarían dispuesto a realizar efectivamente para mejorar sus desempeños profesionales en la sala de clases y en los establecimientos educacionales.
Hoy se anuncian nuevos movimientos reivindicativos de parte de los educadores, pero la ciudadanía no sabe bien para que los realizan, salvo mejorar sus salarios.
Estamos ciertos que ellos merecen mucho más y que el país debe hacer un esfuerzo notable para mejorar los niveles de ingreso de los profesores, pero debe exigir también de los mismos que es lo que ellos ofrecen para mejorar la educación.
Estamos de acuerdo con el eslogan utilizado por el gremio en el sentido de que “la reforma se hace con los profesores o no se hace”. Este mismo gremio debe decirle al país cual será el aporte concreto que ellos harán al mejoramiento de la calidad de educación, habida cuenta que hay cuestiones que ya se han demostrado como fracasadas, como centrar la reforma en la lecto escritura y el cálculo, las pruebas estandarizadas, el curriculum centralizado y bajo la mirada supervisora Estatal.
Por último y para no cansar al lector, deben decirnos, Ministerio, gremio y autoridades municipales, cuales son las posiciones existentes frente a la Municipalización y desmunicipalización de la educación, cuáles serán los derroteros de la descentralización, la autonomía escolar (no siempre llevada a cabo con éxito), las nueva formas de gestión pedagógica e institucional en los establecimientos educacionales.
Lo que es claro es que en materias educacionales poca o nada de claridad se tiene sobre el futuro cercano. La falta de diálogo serio, con autoridades sabias en materias educacionales, con una ciudadanía empoderada de las cuestiones pedagógicas (y no solo económicas e institucionales como ha sido al día de hoy), con un gremio con pensamiento de políticas públicas educativas precisas y profundas, nada se sacará con subir las remuneraciones si no se tiene de parte de los actores claridad y acuerdos sobre estas mínimas cuestiones planteadas en este artículo.
En otras palabras, concluimos al pasar los días, que he seguido pensando que “la educación no es una cosa livianita que se toca solo con guitarra”.
Lamentablemente, no tengo espacio suficiente para agregar el tema de los “tecnócratas de la educación”, cuyo aporte ha sido nefasto en estas materias.