Se discute en los diarios. Amigos míos sostienen que Dios “no selecciona” por lo cual los colegios católicos no debieran hacerlo. Ellos advierten en el cambio de mentalidad que se opera en Chile un destello evangélico que debe iluminar la reforma de la educación confesional. Las nuevas generaciones no quieren exclusión en la educación.
Si seleccionar equivale a excluir, los cristianos tendrían que sumarse al nuevo modo de ver la realidad y plegarse a los cambios. No han sido los católicos los que han descubierto que la selección reproduce el país clasista que tenemos, pero ellos sí han podido ver en la irrupción de la nueva generación que quiere igualdad e integración un “signo de los tiempos”: Dios está llamando a una conversión del corazón y a una transformación de la educación católica.
Las cosas son difíciles. No será fácil que los colegios de elite cambien de un día para otro. Los motivos de “selección” pueden ser varios. Algunos podrán repensarse. Lo que resulta odioso hoy, es una selección discriminatoria. Se ha vuelto intolerable colegios que seleccionan privilegiados, al servicio de una sociedad clasista, estratificada e injusta. Desmontar la educación católica pagada es complejo. No se lo hará sino en años, si se lo hace. No se lo hará jamás, sin embargo, si no se sabe hacia dónde ir.
Pero, ¿por qué cambiar? ¿No estaba todo bien así? Los tiempos evolucionan y las valoraciones también. Lo que tiene lugar en Chile, y en el catolicismo chileno, es un cambio de paradigma.Hay en curso una revolución en el modo de entender las cosas que afecta a los cristianos en su conciencia y en su mente. El país experimenta una transformación enorme de su mentalidad.
Hasta ahora se pensaba que la Iglesia debía educar a una elite que pudiera sacar al país de la miseria. El contexto era muy distinto. Educar a la elite fue visto en el pasado como un valor.
Difícilmente hace cien años alguien pudo reparar en los efectos secundarios de una opción educacional de este tipo. Pero hoy, cuando el país dejó atrás la miseria de masas, cuando casi todos los alumnos terminan la enseñanza media y no es descabellado pensar que un pobre pueda estudiar en una universidad, que la Iglesia eduque a la elite ha comenzado a ser considerado un error e incluso un “pecado”.
No se trata de que ahora la Iglesia vaya a traicionar a una clase social, sino que se ha vuelto éticamente difícil de soportar que colegios suyos reciclen el clasismo. Siempre educó a la clase alta, pero como mal menor y sin mucha conciencia tampoco.
Hoy la educación católica para los sectores privilegiados es vista por muchos como intolerable. Colegios mejores para los ricos, y colegios buenos para todos los demás, no parece bastar. La exigencia de la época es acabar con la desigualdad de la sociedad. Si se quiere terminar con ella, habrá que cerrar sus fábricas.
Pero, aun así, todavía el país no habrá llegado al cristianismo. Se nos dice, Dios “no selecciona”.A mí me parece Dios “sí selecciona”. Tomo los principales documentos de la Iglesia latinoamericana y veo reiterada con enorme fuerza la opción preferencial de Dios por los pobres.
¿Qué significa esta opción en el plano de la educación católica? No se trata sólo de educar a los pobres. Esto la Iglesia lo ha hecho siempre y lo seguirá haciendo. Lo nuevo, en esta nueva época, será que los católicos eduquen a los más pobres de los pobres. Esta es la selección cristiana que se necesita.
La cuestión de fondo es si existe o no un colegio, y si lo habrá, en el que el sistema de admisión escoja a los niños “peores”, a los más pelusas, a los más enfermos, a los más desamparados, a los hijos de divorciados y de las madres presas. ¿Hay algún colegio cristiano que utilice los criterios que Jesús adoptaría para abrir un colegio?
Conozco tres intentos luminosos de cristianismo: el Saint George de Machuca, el San Ignacio de la matrícula diferenciada y el Marshall. A este colegio iban a dar todos los expulsados de los colegios de clase media-alta, alumnos que nadie quería, cabros problema, mariguaneros, hiperquinéticosy repitentes. Dicen que la Mary Marshall fue una mujer extraordinaria. Sus alumnos en su colegio supieron en qué consistía el Evangelio. De todos, este ha sido el colegio más cristiano que me ha tocado conocer.
Si Dios abriera hoy en Chile un colegio, abriría un Marshall. Porque Dios “sí selecciona”. Pero al revés.