Estamos en tiempos de Navidad, época del año que por la tradición cristiana, invita a detenernos un poco en nuestras aceleradas vidas para compartir con otros y hacer algunas actividades diferentes a las de la rutina diaria, cuyo contenido varía según las creencias religiosas o culturales de cada persona.
Nuevamente a pesar de lo reiterado que son los llamados a tener momentos de convivencia, espiritualidad, sencillez y práctica de nuestras costumbres, el brillo de los globos, la nieve artificial y los abrigados “Papás Noel” serán parte de nuestro paisaje diario junto a Rodolfo el reno y su roja nariz.
En contraste, evocaremos las navidades a la chilena con el sencillo pesebre donde se le ofrece al niño “Manuelito” espigas de trigo y frutas de la estación; cerezas y peritas al unísono de villancicos tradicionales de nuestros campos.
Navidad, este término que viene del latín: “Nativitate” y que significa “nacimiento de la vida para ti”, debería llevarnos a reflexionar sobre nuestra existencia y los cambios necesarios que debemos hacer para tener una mejor vida, independiente si se comparte o no su sentido religioso.
Frente a lo mismo, y por ser esta una columna dedicada a la educación de los niños y niñas pequeños, no podemos dejar de preguntarnos sobre lo que quisieran ellos de nosotros en estos cambios que implica la navidad.
En una imaginaria encuesta, pondrían sin dudas en primer lugar, tiempo y amor por parte de su familia. Tiempo para jugar, para hacer actividades en común, para ver cosas interesantes, para cantar, para reír. Son tan sencillas las situaciones que hacen felices a los niños y niñas, que cuando se ve la profusión de objetos caros con lo que se espera darles felicidad, indudablemente surge la pregunta, ¿cuándo se perdió el norte sobre lo que es realmente vivir? Parece que la sociedad de consumo es realmente poderosa.
Por eso, en estas fechas de cambios de vida tratemos de hacer algo distinto como salir a pasear a la naturaleza, llevar a los niños a un museo o biblioteca, hojear un libro con bonitas imágenes o con fotos familiares, contar un cuento o una rima de nunca acabar, cantar juntos, regalonearlos permanentemente y volver a hacerlo para que sea un continuum de todos los días y de todo el año.
No sólo será el mejor regalo para los párvulos, sino para nuestras propias vidas, el renovar el sentido de ella y retomar el rol afectivo y formador insustituible que tiene la familia con su descendencia.
¡Feliz Navidad! Que ustedes y los niños y niñas, lo pasen muy bien ahora y siempre.