En el proyecto de Reforma Educacional presentado por el Gobierno, uno de los temas que más ha dado que hablar es el de la selección de los alumnos.En particular lo que hace referencia a los establecimientos emblemáticos y a los colegios subvencionados y privados, que a través de los requisitos económicos que implica el ingreso a éstos, seleccionan a los niños y a sus familias.
En este complejo contexto y en los diversos análisis en que ha derivado, poco se ha dicho de los inadecuados procesos de selección que – ya por décadas- han experimentado o, mejor dicho, “sufrido” los párvulos y sus familias para ingresar a ciertas escuelas y colegios.
Insertos en el mismo paradigma de la competencia individual, del acceso a ciertas redes sociales y del exitismo, cada vez los establecimientos realizan exámenes de admisión más tempranos y “sofisticados” para seleccionar ciertos niños y niñas que- en lo posible- no tengan “ningún problema”, de manera que sus futuros resultados académicos aseguren el “prestigio” del establecimiento.
De esta forma, son sometidos a pruebas sicológicas, entrevistas y/o realizan diferentes actividades, que van desde dibujar hasta mostrar diversas habilidades cognitivas o motoras. Estos procesos de selección se hacen tempranamente, y van rodeados de instancias de alta tensión tanto para los párvulos como para sus familias.
El “fracaso” es casi un estigma, donde todos asumen en parte las culpas o, mejor dicho, las dudas por no tener esos requisitos que hacen tan deseables a unos niños por sobre otros.
Cuando se les pregunta a los párvulos por qué no quedaron, muchos de ellos no entienden. En su mayoría fueron “preparados” compulsivamente para responder preguntas, contar, escribir su nombre y enfrentar todo tipo de situaciones inadecuadas para niños pequeños y sin mayor sentido que el de quienes las crearon.
Se ha sabido de párvulos que no han querido responder estos cuestionarios, señalando: “las tonteras que me preguntaron, como mi nombre… que lo sabían porque lo tenían escrito en una lista”.Siempre hay niños que van más allá y que se dan cuenta de nuestras torpezas…pese a esto, ellos tampoco quedaron.
Pero la selección no es sólo de los niños, sino también de sus familias.Las madres y padres solteros, separados o divorciados, no son muy bien vistos sobre todo en colegios de ciertas confesiones, ya que “no responden al proyecto educativo del colegio”.
Esta situación no deja de ser una extrañeza, porque si alguien quiere que su niño vaya a un colegio de un determinado credo o pensamiento, es porque quiere de alguna forma acercarse a ese proyecto, aunque no pertenezca a el.
De esta manera, muchos niños y sus familias van quedando fuera del grupo de establecimientos con un cierto “halo” que asegure relaciones, prestigio y, supuestamente, éxito académico. Decimos esto último, porque en este “descreme” que se ha hecho, por supuesto que quedan los que parecieran tener mejores condiciones, las que ya vienen de la casa y desmitifican en parte el trabajo educativo del colegio.
Por el contrario, si el mundo se rigiera por los valores y principios de la verdadera educación, estos establecimientos que se supone tienen buenos recintos, estupendos profesores y recursos de todo tipo, deberían recibir a cualquier niño con sus fortalezas y necesidades, de familias diferentes o de padres uniparentales y/o con pocas redes de apoyo.
En definitiva, se espera de todo establecimiento que, a partir del diagnóstico de las características, necesidades, fortalezas, requerimientos e intereses de los niños y niñas, haga el mejor programa educativo para ellos y sus familias, dando cuenta a través de sus avances, lo que implica una educación basada en valores y profesionalismo.Eso es lo que se le enseña a todo educador en la Universidad.
Ojalá esta problemática sea la que se ponga en la discusión. Se eliminen todo tipo de exámenes de admisión y se utilicen los criterios que aplican algunos establecimientos, como por ejemplo, el tener hermanos en el colegio, ser vecino del sector, ser migrante nacional o extranjero sin redes de apoyo, o en definitiva, acoger a los que más necesitan de un buen colegio para salir adelante.
Esa es la educación de calidad que pensamos que el Chile de hoy demanda.