Desde el 2011 hay una promesa que se viene repitiendo: un poco más de empeño, salir a la calle nuevamente, y la educación chilena no se venderá, pues la defenderemos.
Quizá siempre fue muy optimista pretender que el lograr que la educación deje de ser un negocio para ser un derecho, una tarea tan titánica y con enemigos tan poderosos, requería solamente un poco de empeño.
Pero hay algo que es seguro, los estudiantes hemos demostrado mil veces nuestra convicción y disposición a seguir movilizándonos el tiempo que sea necesario, porque sabemos lo justo e importante de nuestras demandas. Pero, ¿cuál es el objetivo de volver a hacerlo este jueves?
Años de movilizaciones nos han enseñado que una educación nueva, que pueda ser el pilar de una sociedad mucho más justa y solidaria, no pasa simplemente por menos endeudamiento o por regular los excesos del mercado.
Pasa por erradicar totalmente el mercado de la experiencia educacional, para que la educación sea un espacio de igualdad, donde recuperemos soberanía sobre nuestras vidas, un espacio de construcción de ciudadanía, donde el dinero de quienes allí concurren no determine su proceso educativo.
Pero también hemos aprendido otra cosa, que solamente nuestra presencia en la definición de los contenidos de una reforma puede garantizar que los cambios sean en la dirección que queremos.
Analicemos cómo está la discusión el día de hoy. Es confuso a veces saber si marchamos “contra” el gobierno o “a favor” de éste.
Mientras el ministro va acumulando contradicciones reunión tras reunión, se van intercalando anuncios que uno quisiera celebrar, como el fin a la selección, con otros que no hacen más que meter mucha plata al saco roto que es el actual sistema, como la idea de una gratuidad mediante vouchers para cualquier Universidad a la que baste estar acreditada, como si el inmenso poder de lobby de las Universidades privadas pudiera ser contrarrestado simplemente por una ley.
¿De qué sirve, por ejemplo, que se creen nuevas Universidades Estatales si aún no está claro qué se entenderá por educación pública y cuál es el rol que ésta jugará?, tener nuevas Universidades Estatales precarizadas no mejorará un ápice nuestra educación.
Preguntas del estilo surgen en cada momento y para cada tema, porque en educación no sirve analizar medida por medida si no hay consenso en el marco general.O es democracia o es mercado, no hay espacio para medias tintas.El rol del movimiento estudiantil no es ser oficialismo ni ser oposición: somos militantes de nuestras demandas y de nuestros sueños, y solamente a ellos respondemos.
Que los estudiantes tengamos ese rol protagónico no está garantizado. Que haya instancias de conversación con el MINEDUC tampoco lo asegura, porque tales diálogos pueden ser meramente testimoniales.
Una reforma educacional construida con nosotros (y de paso, ensanchar los angostos espacios de la democracia en Chile) será consecuencia de que reconquistemos una posición de fuerza que nos convierta en un actor ineludible.
Todos queremos que haya reforma, pero no por ello vamos a legitimar cualquier cambio que aparente ser profundo para en realidad ser más de lo mismo; la reforma sólo será legítima y profunda si se construye en un espacio de trabajo en conjunto con los actores sociales del mundo de la educación.
La tarea es difícil, pero una cosa está clara, siendo miles en las calles, nuestra voz volverá a amplificarse por millones y nuestra fuerza para conquistar el derecho a la educación será muchísimo más grande. La responsabilidad es de todos nosotros. El jueves 8, levántate y marcha.