Una educación inicial de calidad es fundamental para el desarrollo futuro del niño y la niña, como muy bien lo han expresado diversos especialistas en este extenso, pero no menos importante, debate en torno a la reforma educacional.
El problema emerge cuando definimos qué es lo que entendemos por calidad en la educación parvularia, porque si bien estamos de acuerdo con la necesidad, por ejemplo, de bajar la cantidad de niños por educadora, mejorar las condiciones laborales de quienes se desempeñan en este nivel o aumentar el tiempo de planificación, entre otras medidas, nadie ha hecho hincapié en uno de los problemas fundamentales de la calidad de la educación parvularia, no solo en Chile sino que también en Latinoamérica, la “sobre escolarización”.
Este hecho se caracteriza porque los jardines Infantiles están perdiendo cada vez más los ejes centrales del trabajo educativo en esta etapa, es decir, enseñar con una metodología apropiada y objetivos relevantes adecuados a la edad del niño y la niña.
De ser centros lúdicos, de relación y afectos, de descubrimiento y asombro,están siendo reemplazados por aburridos trabajos de lápiz y papel. En estas prácticas, los niños colorean dibujos estereotipados o copian interminablemente letras y números, desvinculados de todo sentido para ellos y descontextualizados de la rica cultura a la que tienen acceso hoy en día.
El problema que subyace de este tipo de enseñanza, es que junto con no favorecer un verdadero e interesante acercamiento al mundo de las relaciones humanas, de la comunicación, de las ciencias y de la expresión, entre otros, los niños y niñas empiezan a aborrecer estas inadecuadas prácticas escolares anticipadas, matando todo el interés por continuar aprendiendo.
El explorar, el ensayar, el “pretender ser” y tantas otras actividades tan propias del niño pequeño, van desapareciendo por esta presión que surge de una mala interpretación, la cual establece que este tipo de actividades propician mejores resultados escolares, medidos con el ya cuestionado SIMCE. A ello se suma la presión social de resultados “exitistas” y competitivos.
Como parte de todo este cuadro, lo paradojal es que los propios padres muchas veces impulsan la realización de estas tareas, no sólo en el Jardín Infantil sino que también en sus hogares.
En vez de ello, podrían hacer muchas otras actividades, como buscar y comentar noticias interesantes en diarios y revistas; observar y dibujar, tantas acciones que, desde una perspectiva de desarrollo integral, fortalecen el rol de la familia como principal educadora de sus hijos e hijas.
Ojalá que estas temáticas, que son las de fondo en la educación parvularia, sean las que se discutan en reuniones de padres, de vecinos y por cierto a nivel de una verdadera reforma educacional.
Si bien la infancia es cada vez la etapa más corta en la extensa vida de los seres humanos, sigue siendo la más importante y definitoria.
Para ello se requiere una educación parvularia muy humana y respetuosa de sus características, que respete el maravilloso mundo de los niños y que por ende no introduzca una educación “bancaria” y “opresora”, como la identificaba el gran maestro Pablo Freire.