Partamos de la base que las inteligencias múltiples son diversas y pueden ser descritas someramente. Decíamos que estos diferentes tipos de inteligencias nos abren insospechados caminos de innovación educativa, para los cuales aún no sabemos con certeza si el sistema educativo y sus entes están preparados o no.
Supongamos entonces, que los profesores han sido adecuadamente preparados en las Universidades e Institutos Profesionales para enfrentar los desafíos que representa no sólo un tipo de inteligencia, como la tradicionalmente conocida por nosotros (intelectual, lineal y causal; cartesiana en otras palabras), sino que han sido formados, además, para enfrentar 8 de ellas, pero de distintas características que implican conductas de enseñanzas diferentes para cada una de ellas.
Si además, como lo decíamos en el artículo anterior, debemos considerar la corporeidad, la afectividad, la capacidad de interrelaciones personales, la espiritualidad y otros procesos, como la trascendencia, que deben vivir nuestros alumnos, es bastante difícil acercarse a una respuesta esperanzadora sobre la capacidad de innovación educativa que tiene el sistema educacional en este momento.
Ha sido tanto el empeño en concentrarse en la lecto escritura y el cálculo durante estos últimos años, que estamos muy lejos de visualizar un sistema de enseñanza (que es lo que más le corresponde al sistema educacional y a sus profesores), que posea en la actualidad un cúmulo de elementos didácticos que nos permita afirmar, con una cierta certeza, que estamos preparados para enfrentar estos nuevos desafíos educativos con un relativo éxito.
Hablaremos a través de un ejemplo que nos permitan explicar lo que planteamos en torno a las inteligencias múltiples y las innovaciones y que aparece en un libro publicado por el Servicio Nacional de Menores, SENAME (“Por los caminos de la esperanza”, Patricio Dooner (QEPD) y Hernán Medina, Editores)
Imaginemos a un alumno, de los primeros años de enseñanza básica. Lo ponemos frente a varias alternativas que describiremos a continuación y le damos la siguiente instrucción: “construya en dos horas, con lo que tiene adelante (madera, papel y lápiz, libro, computador) un caballo negro”.
Alumno frente a un gran trozo de madera. Este alumno debe enfrentarse a una realidad material, para descubrir en su interior el caballo negro que ella encierra. Debe, por lo tanto sacar toda la madera sobrante, hasta llegar al caballo negro imaginado previamente por él, pues se supone que hubo en su mente una pre imagen o imagen previa del caballo negro que quería descubrir en el trozo de madera que tiene frente a sus ojos.
Y ese trabajo, de despeje de la madera sobrante, por decirlo de alguna manera, lo debe hacer con sus manos, ayudado por las herramientas o máquinas que considere necesario utilizar. La madera, guarda por lo tanto, en sí misma, un espacio para el caballo, el cual debe ser hecho en un tiempo determinado (dos horas). El alumno se ve limitado a un tiempo y un espacio limitado.
Debe aprender a manejarse con ese tiempo y ese espacio, que constituyen, ni más ni menos, que la realidad misma, su realidad. El pedazo de madera y el caballo que debe descubrir en ella lo someten a un desafío del cual, seguramente saldrá fortalecido en su sentido de realidad.
La imaginación, en este caso, debe cristalizarse en un tiempo y espacio limitado, acotado, a los estrechos márgenes de la realidad que le corresponde y no otra.
Esto permite preparar a los alumnos de manera progresiva, hasta llegar a su más alta capacidad de abstracción posible, para permitirles tener capacidad de diseño.
Alumno frente a un papel en blanco y lápiz.Observemos ahora a otro niño, dispuesto a dibujar un caballo negro en las dos horas que tiene disponible. Sin duda que el trabajo que tiene que realizar, en este caso, es menor que en el ejemplo de la madera. Aquí puede dibujar, errar de acuerdo al diseño inicial, borrar, corregir y seguir adelante con su tarea, de manera repetida.
La máxima imposición que le impone la realidad es sin duda, el manejo del espacio “estético” por llamarlo de alguna manera, para el cual debe utilizar su motricidad fina, su sentido estético y una buena observación de la realidad (si es que quiere hacer un dibujo realista y no uno simbólico o figurado).
Sin duda que la oposición de la lámina blanca y el lápiz es menor que con la madera, pues bello o no, el caballo negro que dibuje siempre será un caballo negro, por deforme o feo que éste sea.
En el caso de la madera, un golpe extra o excesivo del formón, cincel o martillo puede significar que la cabeza, una pata o sencillamente se desestabilice la forma de todo el caballo, dejando de serlo. En este ejemplo el nivel de dificultad de logro aparentemente pareciera ser menor.
Para el caso que nos interesa, el tiempo sigue siendo el mismo que en el otro ejemplo (dos horas), pero el manejo del espacio cambia radicalmente. Es en éste caso un manejo más cómodo, con la posibilidad de errar y que además, el caballo siga siendo un caballo.
Alumno frente a la posibilidad de leer o escuchar un libro de cuentos sobre caballos.En este caso el niño debe leer, con dificultad o sin ella, un trozo e imaginar un caballo.O escuchar un cuento e imaginar el caballo negro, el cual puede adquirir en su mente miles de formas distintas, movimientos y colores, estar en situaciones diversas y combinarse con otros caballos del mismo o distinto color o forma. La imaginación aquí no tiene límites de espacio y tiempo.
Cada caballo imaginado es propio de aquel que lo imagina y puede darle tantos tiempos y espacios como lo considere pertinente. La imaginación no tiene límites; la limita sólo la capacidad creativa e innovadora de aquel que la utiliza.
Ella es una gran compañera de los sueños sobre el presente, el futuro, y el pasado, pero una mala consejera al momento de enfrentarnos a la modificación de la realidad o nuestro espacio propio dentro de la misma realidad, especialmente cuando se nos escapa de las manos, se descontextualiza, deja de ser parte del “realismo mágico” como el que se construye desde el Macondo de Gabriel García Márquez.
La imaginación, por lo tanto, si no tiene contacto con la realidad, con espacios y tiempos acotados, puede llegar a ser una especie de droga alucinógena, para escaparnos de la realidad, viviendo sólo vidas imaginarias. Por eso no es buena dejarla sola, salvo para cuando decidamos crear nuevos mundos de manera intencional y consciente, como lo haría un escritor.
Ella necesita del espacio y del tiempo para no aislarse de la realidad. Ella necesita de la materia para ser “una imaginación productiva”, para convertirse realmente en “capacidad de diseño real” y no solo capacidad de diseño imaginada.
Por eso el trabajo con las manos, que nos conecta con nuestro propio cuerpo, sus límites espacio temporales y sus potencialidades es importante en toda tarea pedagógica inicial que esté dirigida a desarrollar una capacidad de diseño realista en nuestros niños y jóvenes. Si logramos unir cuerpo e imaginación, sensación e imágenes, en un todo integral, éste se convertirá en un motor de gran potencia.
Niño frente al computador. Éste debe construir o encontrar un caballo. Partamos de la base, por los avances en la implementación de las herramientas computacionales en nuestro sistema educacional, que los niños ya saben manejar o conocen medianamente el manejo de un computador y todas las potencialidades que están a su alcance.
Aquí el niño no necesita construir un caballo; para él es mejor ir a un CD en donde se ofrezcan variadas imágenes de caballo y elegir una de ellas, combinarla, modificarla o sencillamente copiarla del original. La imaginación puede ser una muy buena consejera en estos casos.
Ella puede trasladar este caballo donde y como quiera, sin los molestos límites de la realidad cotidiana. El niño puede navegar con soltura por estas posibilidades que cada vez se ensanchan más y más. Creado en un mundo virtual, como lo explicamos más adelante, este caballo tiene infinitas posibilidades de cambio y de ubicación espacio temporal. Nada le limita, salvo la capacidad de los propios programas computacionales.
En este sentido, es más limitado que la imaginación de la lectura o del escuchar un cuento, en donde la imaginación puede volar libremente por “los espacios de la imaginación”, pero mucho más ilimitado si lo ponemos frente al hecho del manejo o construcción con una materia y con nuestras propias manos o herramientas.
Las posibilidades que se abren son infinitas y quizá por ello el mundo de la computación es tan cautivante y motivador para los niños y jóvenes que ven en esta herramienta la posibilidad cierta de hacer coincidir las propias tendencias imaginativas propias de la edad, con una realidad virtual que se asemeja de alguna manera a esta capacidad de crear nuevos mundos imaginados.
La realidad no nos representa un obstáculo, ni nos es molesta con sus tiempos y espacios limitados, sino que tenemos el mundo de lo imaginario a nuestra disposición, lo podemos construir con imágenes que después vemos y observamos (a diferencia de las imágenes que están sólo en nuestra imaginación y que por lo demás se desvanecen prontamente).
Aquí guardamos las imágenes imaginadas, en un disco duro, al cual podemos recurrir cuando queramos, sin pasar por la molestia del trabajo personal para imaginar. Hasta aquí nuestro ejemplo, que habla por sí mismo en términos didácticos.
La pregunta que nos hacemos, motivados por este simple y estrecho ejemplo, es saber si los profesores están preparados para realizar estos tipos de innovaciones que se desprenden de este modesto ejercicio de pensamiento.
Nuestra apreciación es que hoy difícilmente encontraremos en nuestras aulas profesores tan altamente capacitados para enfrentar estos nuevos desafíos, que por lo demás implican la práctica de inteligencias múltiples, ya que las instituciones formadoras de los mismos no han sido capaces de desarrollar unos currículos y unas prácticas pedagógicas tales, que hayan socializado la idea del cambio y la innovación como ejes centrales de la formación de los futuros educadores.
Por lo mismo la tarea del futuro inmediato es formar a los profesores con nuevos paradigmas de interpretación y acción frente al mundo pedagógico, en la cual la apertura de conciencia y la inquietud por averiguar e innovar esté en el centro de su quehacer de auto perfeccionamiento profesional permanente.