Si encendemos la televisión, ponemos la radio o leemos el diario, cada uno de estos medios de comunicación tendrá en su titular algún suceso escandaloso o vergonzoso, que como mínimo, pone de manifiesto que algo anda mal, muy mal.
Los casos actuales de colusión, corrupción dentro del Estado, uso de información confidencial para obtener beneficios o demandas laborales de funcionarios del Estado con paros ilegales, son indicadores que las cosas no están funcionando como deberían, pero surge la pregunta ¿qué hay en el fondo? ¿qué nos está pasando?
Parte de las respuestas, las observamos en la última encuesta ciudadana sobre libre competencia: “Salvando al capitalismo de los capitalistas”, realizado por la consultora Plaza Pública-Cadem en conjunto con la Universidad Adolfo Ibáñez y Plataforma Horizontal.
La encuesta revela que la ciudadanía reconoce que el modelo actual de libre mercado ha sido eficiente y ha permitido a Chile mejorar sus niveles de pobreza durante los últimos años. Agrega además, que los encuestados consideran que para que el modelo económico funcione debe existir mucha competencia, y reconocen que en Chile la hay. Pero se produce una gran paradoja, ya que pese a todo esto, los chilenos creen que existen muchos abusos en contra del consumidor y es más, el 89% de la población chilena cree que esos abusos son prácticas habituales.
Es evidente que los casos de colusión y de financiamiento irregular de la política, conocidos en el último tiempo, están generando una percepción crítica sobre el modelo económico chileno. ¿Pero qué hay detrás de esta crítica? ¿Qué está pasando realmente en nuestro país?
Se critica a las empresas y organismos como si estos fuesen entes aislados y con vida propia. Pero recordemos que estas instituciones no son algo abstracto, son grupos de personas que trabajan y toman decisiones con un objetivo.
Entonces, probablemente todo lo ocurrido se deba a un cambio en nosotros mismos. No en las empresas, ni en el Estado, ni en las asociaciones. Somos nosotros, las personas comunes y corrientes, las que nos hemos transformado y pasado a llevar nuestra propia escala de valores en pos de una mayor retribución económica o de un mayor estatus.
El caso del cartel del papel higiénico, reveló una vez más, como dos empresas se coludieron para repartirse el mercado del papel higiénico, servilletas y papel absorbente durante 11 años. Este caso además, deja en evidencia que la colusión no siempre responde al beneficio de una empresa, sino a la corrupción de un grupo de ejecutivos que ganará bonos importantes por los resultados y esa colusión posibilita lograr la meta individual.
Por ello, no se debe olvidar, que detrás de toda empresa u organización están las personas, con sus ambiciones, temores e historias que los lleva a actuar de determinada forma. Son personas las que están detrás de las actitudes de las empresas y organismos.
Frente a este panorama ¿qué podemos hacer?
Es necesario que familias, colegios y universidades, vuelvan a introducir temas y ramos de ética en la educación de los niños y al mismo tiempo se sumen asignaturas de arte, música y pintura, con el objetivo de entregar una formación y visión del mundo mucho más integral a los niños.Pareciera que algo nos está faltando en la formación de nuestros jóvenes, algo que nos aleja de ser máquinas de producción y nos vuelve personas.
Por otro lado, hay que endurecer la regulación. Es evidente que la autorregulación no resulta y las autoridades deben tener la fuerza y valentía para establecer penas mucho más severas que las actuales para estos delitos. En casos como los de colusión, uso de información confidencial o corrupción, penas de cárcel más importantes, multas económicas adicionales al beneficio reportado. Es decir que existan sanciones penales, económicas y sociales. La pregunta entonces es ¿Por qué no se generan estas sanciones?
Ante éste último caso de colusión, la ciudadanía se comenzó a manifestar de manera clara. La encuesta indica que un 50 % de los consumidores chilenos dejó de comprar los productos de las marcas acusadas y han cambiado sus hábitos de consumo, considerando esta acción como la mejor manera de castigar a las empresas. Y en el tema de las sanciones más del 74% considera que las penas por atentados a la libre competencia son muy bajas y solicitan incluso cárcel en caso de colusión.
Sin duda, las personas han cambiado, la sociedad ha cambiado y ello requiere y exige volver a tomar de la mano a la ética y valores universales como el respeto, la honradez y la tolerancia entre otros que vuelvan a la persona un ser más humano.