Tal y como ya ha aparecido en la prensa, estamos en presencia de un nuevo ciclo, de esos que en Chile cada 8 años aproximadamente, y sensación de incertidumbre económica mediante, se instala en nuestro país.
Ya en este último año se han vendido al menos seis, si leyó bien, seis grandes empresas a capitales extranjeros, entre las que se encuentran Lucchetti, Laboratorios Recalcine, CGE, las AFP Cuprum y Habitat, y por cierto la mayor cadena de farmacias del país, Cruz Verde, cuyo 60% pasó a manos de la mexicana FEMSA.
Para algunos, la razón del interés foráneo por invertir aquí en nuestro país es la solidez de las instituciones locales. Para el empresariado, es una prueba de la incertidumbre que enfrentan, que en voz de muchos, pasa por falta de definición desde la vereda política.
En medio de esta confrontación de visiones quedan dudas Si una empresa tiene una oferta que es resiliente a todo tipo de economía, sigue invirtiendo, pues tal como comparto con la académica Manola Sánchez, las oportunidades aparecen generalmente cuando las cosas no están bien y hay una idea innovadora. Entonces ¿qué pasa con los capitales de las empresas en venta?
¿Se vende para invertir en otra cosa o para hacer caja? ¿Dónde quedan las ganancias?
¿Se quedan en Chile para reinvertirlas o se reinvierten en otra parte? Son muchas las dudas, dudas que confirman y reafirman los índices de confianza del empresariado que se encuentran similares a los del 2007, igual a los de la crisis subprime.
El foco en este escenario tiene que ver con competitividad, innovación, ahí creo que hay que poner la mirada, en cómo esta innovación integra los procesos productivos y como se expande dentro de la economía.
Sin embargo, para casi la totalidad del empresariado, el problema del crecimiento en Chile se debe a la incertidumbre que sienten por las reformas que se están llevando adelante. Es cierto ahí hay un tema por asumir y revisar, pero tal como señala Ricardo Hausmann, académico de Harvard, entre otras situaciones, la razón de fondo por la que Chile no crece es porque no hay industrias competitivas con las cuales pueda crecer. El problema de Chile es que el precio del cobre cayó y la economía no tiene otra cosa que la levante.
Hausmann advierte; “las cosas que no son cobre son los mismos arándanos que ya tienen 30 años. El empresario chileno no sabe, no tiene el knowhow, está formado por los mismos pocos jugadores que tratan de hacer las mismas cosas”.
Son muchas preguntas y dudas que inevitablemente dan cuenta de una cultura empresarial “extremadamente cerrada”. Una realidad y contexto que debemos mirar y analizar con cuidado para entender esa propensión, tan propia de las grandes empresas por vender a capitales foráneos, que siguen administrando esos mismos recursos empresariales, en nuestras mismas fronteras y con “los mismos estados de incertidumbre existentes”, ojo con esto, en casi todos los casos con éxito.
En Chile se repite el modelo, inequívocamente, cíclicamente, como parte de nuestra cultura empresarial, sin poner la mirada en cambios del modelo de negocios, la innovación, la investigación, nuevos focos de desarrollo. Un ejemplo latente lo tenemos ahí en nuestras narices; a pesar de ser un país que hace dos siglos es productor de minería, depende de manera fundamental de la inversión extranjera en esa área y no tiene empresas multinacionales, salvo el caso relativamente modesto de Antofagasta Minerals. Eso muestra una sociedad que no se toma en serio la inversión en tecnología, la inversión en knowhow, en capacidades, en cambiar la forma de hacer las cosas.
Quizás partir por una revisión de esa naturaleza del modus chilensis nos permitirá responder las dudas y por cierto fortalecer el marco en el que se desempeñan las grandes empresas de nuestro país.