Pese a los pronósticos y evidencias de la desaceleración, el país parece no haber caído en cuenta aún sobre los profundos efectos prácticos y cotidianos de este negativo ciclo económico. El verano, las vacaciones y el empleo estacional han calmado parcialmente las inquietudes de trabajadores y empresarios. De hecho, el crecimiento en enero alcanzó un sorpresivo y positivo 2,9%. Pero lamentablemente el verano se está acabando y se viene marzo.
Se acabarán miles de puestos de trabajo que se justifican solo en esta época del año y aparecerá la verdadera dimensión del estancamiento productivo. Un escenario que además se ve agravado por la desconfianza del sector empresarial frente al proyecto de reforma laboral que el Gobierno quiere sacar sí o sí este año.
Los pronósticos de los especialistas auguran un fin de año con una leve recuperación de los indicadores macro. Una señal que sin duda ayuda a calmar el nerviosismo y la incertidumbre. Pero la señal más próxima y contundente, un acuerdo en la reforma laboral, aún está ausente.
Y no me refiero solo a aquel consenso que dé por superado el conflicto y, como un mero saludo a la bandera, deje las cosas prácticamente tal como están hoy. No. Me refiero a cambios significativos en la forma de crear y darle valor al trabajo en nuestro país.
Actualmente la discusión está entrampada en la dimensión y poder del sindicalismo. Pero, ¿dónde están las propuestas para mejorar las condiciones de las mujeres?
¿Dónde están los incentivos a la contratación de jóvenes? ¿Las facilidades para las Pymes?
¿Qué medidas se proponen para avanzar en flexibilidad laboral, de buena calidad y no solo para facilitar los despidos? ¿Qué pasa con los procesos de selección en el mundo privado?
Hasta aquí vemos que esta discusión no aportará mucho a la tranquilidad económica del país.Según especialistas, los sectores de manufacturas y servicios serán los más afectados este año y el PIB solo será impulsado, aunque suene paradójico, por la minería (la misma donde se han registrado miles de despidos en el último año).
¿Qué hace falta? Señales contundentes de seguridad, tranquilidad, de un rumbo claro y bien pensado. El período negativo por el cual estamos pasando no es el primero ni será el último. La economía funciona así.
Podría ser una tremenda oportunidad para aprovechar oportunidades, detectar fallas y corregirlas, lograr acuerdos y aplicar cambios significativos hacia un mercado laboral más moderno, más diverso; con un mejor equilibrio en el desarrollo de los sectores productivos; con una relación más real entre lo que demanda el mercado y lo que ofrecen las universidades, institutos y centros de formación técnica.
En fin, algo que nos haga mirar este marzo no como el marzo de todos los años, sino como el comienzo de cambios esperanzadores.