Acaba de realizarse, en la sede donde funcionó el Congreso Nacional, el IV Encuentro Nacional de Economía Social y Solidaria. Concurrieron allí, durante dos días, representantes de variadas experiencias económicas de Santiago y regiones, caracterizadas por formas de propiedad y de gestión distintas a la privada capitalista y por dotar a las prácticas económicas de fines más integrales, sea hacia quienes las realizan como hacia la sociedad en su conjunto: cooperativas de distinto tipo, grupos de consumo colectivo y responsable, experiencias de agricultura orgánica, artesanos, economías comunitarias indígenas, iniciativas de comercio justo, asociaciones productoras de cultura, grupos que combinan economía y perspectiva de género, y otras.
Con mucho simbolismo, se presentó, también una primera cooperativa de inmigrantes ecuatorianos en el campo del arte textil.
El encuentro buscó aumentar lazos y conexiones entre esas unidades y experiencias económicas y pensar formas de robustecerlas y expandirlas.
Interrogarse cómo principios de asociatividad, cooperación y autogestión, pueden llegar a ser más significativos en las relaciones económicas de Chile y más allá.
Cómo avanzar y perfilarse como un sujeto de la economía nacional, con valores que unifican pero, a la vez, permiten una alta diversidad y libertad interna. Todo ello involucra poseer discursos identificatorios pero también fortalecer relaciones materiales concretas entre experiencias, generando, por ejemplo, circuitos económicos locales y regionales de tipo solidario.
También se discutió con representantes estatales el cómo estas prácticas económicas deben ir siendo sujetos de reconocimiento constitucional y de políticas de apoyo y fomento de parte de los gobiernos centrales, regionales y municipales.Esto, sin perder la autonomía respecto del aparato del Estado, lo que es entendido por estas corrientes de la economía como parte de su esencia y modo de ser.
Al respecto, un creciente interés se ha despertado entre estas organizaciones por conocer los enunciados y los efectos de medidas que en otros países se han ido dando el último decenio, como en Bolivia, Ecuador, Brasil, Argentina, Venezuela, Colombia. En estos ha crecido el reconocimiento de una Economía Social, Solidaria, Comunitaria, Cooperativa y Popular, ya sea en el plano constitucional o en el plano de entidades y políticas gubernamentales de apoyo a dicho sector.
Frente a esos procesos, Chile, orientado desde mitad de los años 70 por un liberalismo económico radical y precoz, y pese al surgimiento de muchas experiencias de la economía a la que hacemos referencia, aparece aún lejano a ese tipo de iniciativas institucionales.
Pero no sólo por ello la evaluación del “modelo chileno” es críticada por este sector de la economía. También porque las formas dominantes de funcionamiento de la economía y del Estado ha favorecido a los grandes grupos económicos y su comportamiento voraz.
En la medida que muchas de estas experiencias alternativas establecen relaciones con la economía general a través del mercado, se hace parte de su propia defensa la necesidad de lucha contra sus formas concentradas, monopólicas y a su acumulación por desposesión como ha señalado David Hurvey.
En el Encuentro destacó la presencia de representantes de siete universidades que señalaron el cómo se han vinculado con este sector de la economía, a través de la formación, la extensión y la investigación, abriéndose una discusión hacia delante sobre las formas deseables de esa relación dentro del objetivo de buscar alternativas económicas al “modelo” socio-económico actual.
Aún más, esto comprendió la discusión de las formas en que el conocimiento debe ser producido y los saberes que están presentes en estas experiencias de la economía. Mostró también como en espacios universitarios, entre estudiantes y docentes, han surgido diversos grupos interesados en promover, reflexionar e investigar formas económicas autogestionadas, cooperativas solidarias, como parte de la economía real y de la economía posible.
Por supuesto, en todo este heterogéneo mundo de empresas, asociaciones, unidades y experiencias, hay horizontes distintos. Algunos ven la posibilidad de una alternativa global al capitalismo; otros, la posibilidad de fortalecer un tercer sector “social” de la economía, junto al privado y al público; otros, “simplemente”, crear espacios alternativos de economía movida por otros valores y propósitos que los de la ganancia y la acumulación.
Desde una mirada histórica, allí conviven antiguas vertientes cooperativistas que atravesaron el siglo XX; tipos de organizaciones de tipo económico popular emergidas en la dura crisis socio económica (bajo dictadura) de los años 80; experiencias expresivas de nuevas sensibilidades, opciones y propuestas, frente los problemas ambientales, de biodiversidad, de cambio climático, del consumo, de la salud; expresiones comunitarias propias del modo de vida de pueblos originarios y que enfatizan la defensa de otras formas de relación con la naturaleza y las críticas a un progreso entendido de manera individualista y materialista. Todo ello, conforma una compleja dinámica de unidad y diversidad.
Con todo, se puede decir que en toda esta corriente de formas de hacer economía, en su hondura mayor, está presente, primero, una búsqueda de autonomía y libertad personal combinada con creación de lazos y sentido comunitario; segundo, un rescate de valores modernos como la igualdad y fraternidad, junto a una crítica a la modernidad en su relación con la naturaleza y lo comunitario y tercero, una mirada de la importancia de lo económico como dimensión donde se generan y determinan relaciones sociales (verticales y de explotación u horizontales e igualitarias) y una distancia de lo económico como practica solo analizable desde la productividad, la eficiencia y la ganancia.