Felicito al gobierno por el compromiso y la rapidez con que ha avanzado en importantísimas ideas y propuestas que son parte del período presidencial de los próximos cuatro años. Una de estas propuestas, y quizás el Talón de Aquiles de todo lo que será factible realizar en este y en futuros gobiernos, es la Reforma Tributaria (RT).
Para algunos, como tantas otras reformas que vienen, es simplemente un acto político más, cualquiera sea la forma en que éste se defina.Posiblemente no se interesan ni en su forma ni contenido –“tengo que trabajar igual”.
Para otros, es una forma importante de financiamiento adicional de la reforma educacional, que en la práctica se le cargará al sector privado a través de más impuestos (ej., impuestos a las ganancias). Y dicen: “es hora ya de que los ricos paguen el desarrollo social del país”.
Hay quienes estiman que es un tema de equidad económica y social y, por lo tanto, se demanda que haya una estructura impositiva progresiva y no regresiva y más justa. “Que los que ganan más paguen proporcionalmente más que los que ganan menos” (ej., impuesto a la renta). “Y, ¡que no haya evasión de impuestos!”
Para otros, es algo que no se entiende para nada (muchos discursos y mucha terminología), que se le delega a técnicos especialistas, o es algo que simplemente no les interesa. “No tengo idea realmente de que se trata pero que ojalá aumente mis rentas o ganancias y que no tenga efectos negativos en relación a mí y familia”.
Y habrá quienes estimen que es un gran bote salvavidas para poner en marcha un programa nacional de gran envergadura que necesita más financiamiento del que existe o está disponible para dicho programa. “Hay grandes ideas que deben ser financiadas lo antes posible; en Chile hay dinero y riqueza para hacerlo”. Y así sucesivamente.
Todos son objetivos que aparecen un tanto diferentes pero que creo ellos no necesariamente se contraponen. ¿Cómo hacerlo? Esto es un arte más que una ciencia, y veremos cómo habrá que tomar decisiones muy difíciles, ya que no hay ganadores sin perdedores en la economía, y viceversa.
Para mí, este momento de la presentación de la RT al Congreso representa un acto histórico, donde se abre una oportunidad única para debatir en forma empoderada y participativa muchos de los temas que definitivamente van a marcar el destino de nuestra nación por varias décadas.
No es solamente un ejercicio de finanzas públicas entendido en su forma tradicional.
No es sólo un tema de cuantos miles de dólares va a capturar el Estado, sin dejar de reconocer, naturalmente, la importancia de este tema.
Lo que está en juego es muchísimo más que eso. A partir del 31 de Marzo la propuesta estará en manos del Poder Legislativo, y espero que haya un esfuerzo sobrehumano para lograr:
(a) abrir procesos democráticos y empoderados de participación ciudadana.
(b) diseminar en forma didáctica y fácil de entender tanto el contenido y el alcance de la RT –todas las propuestas– a toda la ciudadanía.
(c) explicar cuáles son los impactos que las opciones sobre la mesa tendrían para los distintos grupos ciudadanos y actores en nuestra sociedad.Que este proceso asociado a la RT no se transforme en un debate dentro de una campana de vidrio en que al final se le anuncia al país cuál fue el resultado y punto.
Para mí, y pienso que también para un número grande de ciudadanas y ciudadanos, la RT representa un instrumento clave para alcanzar la sustentabilidad de nuestro desarrollo en todos los rincones del país.
Es decir, la RT no es solamente un ejercicio aritmético financiero, sino que representa un instrumento poderosísimo de incentivos, de institucionalidades, y de formas para motivar a hacer las cosas en nuestro país de diferente manera.
Así es, la RT es un incentivo económico, social y ambiental poderoso, como pueden ser otros que nos ayudarían a movernos en una u otra dirección. La naturaleza y composición de la RT es una señal económica y social importantísima: cuándo invertir, en qué invertir, qué procesos productivos adoptar.
Para que una RT sea realmente un instrumento de sustentabilidad económica, social y medioambiental, debe reconocer no tan sólo la necesidad de aumentar los ingresos fiscales sino también de disminuir los gastos fiscales.
Esto es como trivial para todos los que hemos balanceado nuestros presupuestos personales o familiares. No se trata de tener más sino también de gastar menos, o de hacer un esfuerzo para ahorrar más. La educación no es la única forma de gasto público. Eso todos lo sabemos.
Uno de los grandes gastos del Estado y de nosotros mismos es la salud. Y sabemos que este gasto aumenta en forma más que lineal.Uso el gasto en salud solamente como un ejemplo de tantos otros gastos que confronta la nación.
En relación a la salud, he sostenido muchas veces que debemos ir a la causa última del porqué hay tantas enfermedades. Para ponerlo en forma muy simple y cruda, esto se debe a la destrucción medioambiental en todas sus formas: contaminación del aire, tierra y agua, y una deficiente alimentación. No entraré en detalles ya que esto es conocido.
Pero, esta propuesta representa una forma de ver este proceso de RT en forma diferente, y quizás también con principios diferentes, manteniendo la idea de un cierto monto de ingresos fiscales.
Por ejemplo, si queremos que las empresas (tanto privadas como estatales) contaminen menos, y así haya menos enfermedades – y, por lo tanto, no aumente innecesariamente el gasto público – debemos aplicar tanto impuestos o incentivos positivos que disminuyan dicha contaminación.
Lo que es claro hoy en día es que un aumento del impuesto a las utilidades va, en principio, a aumentar el ingreso fiscal, pero no representará un instrumento o incentivo para disminuir la contaminación.
Digo “en principio” ya que dependerá de la actividad económica en general, la cual determina el nivel de las ganancias de las empresas. Por lo tanto, puede que sea positivo para satisfacer un objetivo pero puede que no sea tan eficaz como para caminar hacia la sustentabilidad de nuestro desarrollo,a menos que se decida gastar esos nuevos ingresos en programas medioambientales, lo que no es el caso anunciado.
Es por eso que he propuesto la introducción de principios como “el que contamina paga” u otros impuestos verdes que dan señales claras a los que contaminan que esto no es aceptable, y además aumentan el erario fiscal.
Pero quiero ser claro. También he propuesto formulas en las cuales el empresariado tiene, por ejemplo, beneficios (disminuir la carga tributaria, financiamiento especial) si la empresa disminuye su contaminación ambiental. Una propuesta general en esta materia (ya que habría que ver los detalles en cada caso) es imponer “una huella de carbono” en las empresas –algo ya debatido y hasta cierto punto acordado en la Conferencia Mundial Rio+20.
En particular, si esta huella disminuye en el tiempo, el empresariado recibe beneficios proporcionalmente a la disminución de esa huella de carbono, pagando menos impuestos. Esta baja en la contaminación disminuirá las enfermedades, disminuirá el gasto público, y habrá más recursos fiscales para financiar la educación y otros elementos del programa de gobierno.
Pero más importante aún, debemos notar que una aproximación como la que aquí se propone, no solamente aumentará los ingresos fiscales para el financiamiento del desarrollo, sino que además la propuesta representa un cambio importante de mentalidad en el manejo macroeconómico del país.Donde las políticas económicas se deben evaluar no tan sólo por su rendimiento fiscal relacionados con los ingresos fiscales, sino por su impacto en la calidad de vida de las personas.
Por de pronto, esto significa un cambio de mentalidad en relación a la naturaleza múltiple de los impuestos (imponer sobre los males y no sobre los bienes, cambiar la estructura productiva en favor de una economía limpia y armónica).
No perdamos la oportunidad histórica de conseguir los recursos estatales necesarios para financiar la reforma educacional y los múltiples programas de desarrollo económico y social que se han definido.
Además debemos tomar esta oportunidad para dar un golpe de timón en relación a cómo hacemos economía en nuestro país. Las señales que deben ir hacia el sector privado corporativo no deben ser solamente “ayúdenos usted compadre a financiar el programa de gobierno”, sino más bien ayúdenos a alcanzar una sociedad sustentable.