Durante la Administración del Presidente Piñera ha ido quedando en evidencia, cada vez con mayor claridad, que poco a poco el modelo de organización política, social y económica que heredamos de la Dictadura Militar y que apenas se alteró durante el proceso de Transición Democrática comienza poco a poco a desmoronarse.
Los movimientos sociales han comenzado a actuar allí donde los partidos políticos muchas veces nos hemos visto inmovilizados fruto de acuerdos de gobernabilidad que poco a poco fueron socavando los fundamentos de nuestra identidad política.
Hoy existe consenso entre las fuerzas políticas progresistas, que parte importante de los problemas que vive el país están determinados por la aplicación del denominado principio de subsidiariedad estatal, en virtud del cual cobra primacía sobre el orden económico los intereses del sector privado empresarial y por otra parte la equivocada forma en que el Estado distribuye los bienes públicos esenciales, entre ellos la seguridad social, la educación, la salud e incluso la seguridad pública.
Estos dos aspectos, Estado Subsidiario y Distribución de Bienes Públicos, están presentes en la grave crisis hídrica que vive el país. El agua en Chile es un bien escaso, que hoy está en manos de los privados. Su acceso ha dejado de ser un derecho, en la medida es que a partir del nuevo Código de Aguas de la dictadura militar, se transformó en un bien apropiable y transable en el mercado.
Los reiterados episodios de corte de suministro del agua potable en la Región Metropolitana, por primera vez hacen visible al gran público nacional, un fenómeno que en provincias, especialmente en la Tercera y Cuarta regiones vivimos en el cotidiano. La disponibilidad de agua de calidad no está asegurada y su provisión es precaria, en la medida que depende de unos caudales que están sometidos a la presión de la sobre explotación.
Necesitamos construir una nueva política integral del agua que al menos asegure una prelación de usos, en donde el consumo humano esté siempre asegurado; permitiendo además que la agricultura, especialmente de subsistencia también tenga acceso a este recurso que es indispensable para evitar el despoblamiento de muchísimos asentamientos humanos a lo largo de la franja del secano costero y de los valles interiores de casi la mitad del territorio nacional.
Otro principio esencial, dice relación con un efectivo modelo de administración de cuencas que permitan generar una política de intervención sistémica sobre los cursos de agua y sus afluentes subterráneos.
Hay que incorporar incluso la posibilidad del trasvase de agua entre cuencas, como se hace en la mayor parte de los países desarrollados del mundo. La propuesta de una carretera pública del agua que anunció pero de la cual nunca más habló el presidente Piñera, a través de un gran acueducto desde la zona sur del país hasta el norte, es una urgente medida de trasvase que no puede seguir esperando.
Finalmente es indispensable revisar a fondo el modelo de concesiones de las empresas de servicios sanitarios. No es posible que tras casi veinte años de haber recibido en sus manos la responsabilidad de producir y distribuir el agua potable, ahora sólo estén empeñados en recoger utilidades y no hagan las inversiones de conservación, a veces mínimas en sus redes, ni modernicen sus procesos productivos.
Sin embargo, nada de esto será posible si no conseguimos generar un gran acuerdo político transversal, que nos permita desarrollar una política hídrica nueva, a la altura de las necesidades y desafíos de Chile.
La Guerra del Agua, esa que vaticinaban los futurólogos hace 60 años, ya es una realidad, es una guerra de baja intensidad, a escala local y cotidiana, que sin embargo ya comienza a dejar un reguero de víctimas a su alrededor y esas víctimas están siendo los vecinos, los pequeños productores agrícolas y ya hoy en día los habitantes de las urbes más importantes del país.
Si no intervenimos para impedir su continuación, el conflicto seguirá escalando, trayendo, más malestar, sufrimiento y contribuyendo a desestabilizar aún con más fuerza un modelo que se cae a pedazos a vista y paciencia de todos.