La crisis económica mundial cuyo desenlace aun desconocemos y que ha ocupado cinco años de la historia, ha hecho que muchos insignes pensadores se dediquen a un análisis más profundo de las estructuras económicas que se crearon y consolidaron a partir de la caída de los socialismos reales.
El capitalismo, en una versión neoliberal, apareció fulgurante y como la solución final a los problemas de la humanidad.
Su proceso fue vertiginoso construyéndose una economía de alta complejidad financiera con derivados casi infinitos, que siendo muy ingeniosos se escaparon hasta transformarse en una forma autodestructiva al buscar la creación de mercados a veces en forma artificial.
Hoy día se buscan alternativas y precisamente se vuelve a mirar la economía real como el motor más serio y permanente del desarrollo y en la búsqueda de esos nuevos caminos vuelve a tomar importancia el insustituible emprendimiento y creatividad humana.
Sin embargo, vemos como se choca en todos los lugares con una gran concentración de poder económico en los diversos mercados, lo que agrava al infinito la mera concentración de riqueza en unos pocos, puesto que esta riqueza en potencia, puesta al servicio del control de los mercados adquiere una dinámica propia y eleva los males, transformando a los consumidores en una masa informe, utilizada y en el fondo despreciada que debe contribuir con su esfuerzo al engrosamiento del poder infinito de los que controlan las verdaderas decisiones.
Hemos estudiado el caso de Chile durante 15 años y hemos plasmado nuestra opinión en un trabajo denominado “Chile un caso de Oligopolio y Asistencialismo”, ahí está planteada una tesis sobre lo que pasó en los últimos 25 años y el resultado práctico.
Hoy la arena política se entusiasma con cambios electorales y tributarios. De nada servirán, ya que cualquier sistema electoral manteniéndose el poder real de los mercados en pocas manos terminará por controlar cualquier forma que se escoja para elegir el Congreso Nacional.
Lo hará por medios lícitos y también los otros y por la presión del medio ambiente.
El sistema tributario que busca aumentar el impuesto a las empresas más grandes para dar más asistencialidad a los más pobres, será recapturado por las mismas grandes empresas, que al controlar los mercados, simplemente ajustarán sus precios.
La clase media chilena seguirá completamente proletarizada, ya que por una parte, no es objeto del asistencialismo y al contrario no sólo debe pagar generosamente y prontamente sus impuestos, sino que un emprendedor deberá financiar el IVA de la empresa a la que le vende sus productos y el empleado que ha logrado adquirir un vehículo no sólo pagará su patente, cada vez más cara para transitar, sino que además deberá solventar peajes cada vez más onerosos y frecuentes, un impuesto a la bencina cada vez mas expropiatorio de su bienestar y por si se entusiasma para ir a la playa deberá pagar para estacionarse en los bienes nacionales de uso público situados al lado del mar.
Hay más de este tipo de ejemplos, pero creo que el lector entenderá perfectamente donde está el nudo gordiano de la sociedad chilena y veo con mucha preocupación que pareciera que nos vamos contentando por irnos por las orilla.