Mientras en Chile se insiste majaderamente en que las fuentes renovables no convencionales no son suficientes para generar la magnitud de energía que nuestro desarrollo requerirá en las próximas décadas y que su precio es muy elevado, surgen claras e indesmentibles pruebas de que se trata de una opción viable.
Sudáfrica acaba de dar una muestra a los escépticos de que es posible avanzar por un camino más sustentable. En los últimos días puso en marcha un gigantesco plan tendiente a ampliar y diversificar su matriz energética hasta ahora similar a la nuestra y basada en los hidrocarburos. El programa apunta a obtener hasta 17.800 MW de energías renovables para el 2030, reduciendo así su dependencia del petróleo, carbón y del gas natural.
La primera etapa de este impulso, implicó la adjudicación, hace unos días, de 28 nuevas plantas de energía termo solar, fotovoltaica y eólica, que involucrarían unos 1500 MW de energía verde.
En los próximos tres años se licitarán, en paquetes sucesivos, nuevos proyectos (que incluyen hidroelectricidad en pequeña escala) hasta llegar a 3.745 megavatios, que superan largamente las perspectivas del complejo hidroeléctrico Hidroaysén, que inundaría 5.910 hectáreas en la XI Región y que aportará 2.750 megavatios al Sistema Interconectado Central (SIC).
Lo realizado por Sudáfrica es un claro ejemplo de que hay alternativas y que con las fuentes y recursos naturales que Chile posee es posible dotar al país de energía a costos razonables, pero con un menor impacto ambiental.
Si bien existen evidentes diferencias entre las economías de ambas naciones, ello nos muestra que es posible y necesario iniciar un salto hacia las energías verdes que el mundo exige y que será vital en el futuro para que nuestros productos mantengan sus mercados de exportación.
HidroAysén no es el único camino posible, menos aún cuando impactará gravemente el ecosistema de la Patagonia, además de afectar a una vasta extensión del territorio con un tendido de transmisión que será una enorme cicatriz en el hermoso paisaje austral, pero necesitamos actuar con más audacia.
Hay que analizar seriamente el proyecto sudafricano y lanzar nuestro propio plan nacional sobre la materia, orientado por el Estado y sus requerimientos y no por las directrices del mercado y de los propios operadores.
Las energías renovables no convencionales son una opción disponible y viable, pero se requiere decisión para impulsarlas, evitando las inercias y presiones de grupos económicos, que apuestan a seguir con las energías tradicionales.