Veinte años atrás las empresas empezaron a hacer negocios de forma diferente, con un movimiento de mayor responsabilidad social empresarial, cuyas esperanzas eran altas en base a un nuevo paradigma que permitiría “limpiar” el mundo y hacer de éste un mejor lugar para vivir, más sostenible, con un mayor bienestar para los empleados de las organizaciones, junto con rendimientos financieros como barómetros de éxitos.
Sin embargo, aunque muchas empresas hicieron un progreso sustancial hacia esta reinvención en la forma de hacer negocios y de su economía, el movimiento como un todo ha fallado. Mirando lo que funciona y lo que no, aún falta mucho para ser auténticamente responsables y no podemos esperar más tiempo para este cambio.
Hubo demasiados cambios incrementales y no suficiente revolución real.
Muchas empresas se declaran responsables, participan en concursos, reciben premios y reconocimientos y, sin embargo, la contribución efectiva que hacen es mínima y, en algunos casos, el aporte corporativo es sólo una forma de “lavar su imagen” y de hacer una distracción de su verdadera operación engañosa.
Este año hemos visto como La Polar, una empresa del retail fue sorprendida (bastante tarde) por las autoridades, logrando burlar la mayoría de las instancias encargadas de fiscalizar su accionar. Su mal comportamiento afectó a más de un millón de clientes que confiaron en sus prácticas comerciales, y que hoy esperan de la justicia una sanción ejemplarizadora.
El retail no crea nada. Compra y revende. Por eso es que en su estrategia corporativa, comercial y comunicacional debe tener, como ningún otro, un eje central basado en la confianza, ya que ésta, una vez destruida, es prácticamente imposible volver a ganarla en el mercado.
En Chile y en la industria del retail hay empresas que se esfuerzan al máximo por hacer las cosas bien. Un caso es Sodimac, que aplica una estrategia de responsabilidad bien planificada y cuenta con un reconocimiento importante a su gestión.
Aún así, los casos de logros y avances significativos no son abundantes.
Por lo tanto, uno de los principales aprendizajes y lecciones está centrado en un nuevo tipo de comportamiento ético y sostenible que se extienda con mayor fuerza desde todos los rincones de la empresa, proveedores y comunidad, con el propósito que no sólo tengan como metas reducir los impactos negativos focalizados al ámbito empresarial, sino, a su vez, crear un nuevo tipo de responsabilidad cuyo alcance sea más grande y que tenga como meta crear impactos con efectos positivos en toda la cadena de valor con un mayor efecto social.