Un grupo de estudiantes del curso del profesor Gregory Mankiw, ex asesor del ex presidente George W. Bush, tomó la decisión de retirarse de la cátedra de Introducción a la Economía, en la Universidad de Harvard, con el fin de “expresar nuestro descontento con el sesgo inherente a este curso. Estamos profundamente preocupados por la forma en que este sesgo afecta a los estudiantes, a la Universidad, y nuestra sociedad en general.”… “nos estamos retirando de su clase este día, tanto para protestar por la falta de discusión de la teoría económica básica, como para dar nuestro apoyo a un movimiento que está cambiando el discurso estadounidense sobre la injusticia económica (Occupy Wall Street)”.
Si hubiera ocurrido en otra universidad probablemente no nos hubiésemos enterados, pero sucedió en Harvard, una de la universidades más prestigiosas del mundo.
Es una manera de poner sobre el tapete de discusión pública la percepción de que la ciencia económica no da respuestas adecuadas a un conjunto central de problemas de la sociedad.
No existe una explicación suficientemente clara del verdadero origen de la crisis económica que tiene, hasta el día hoy, tambaleando a varios países.
Tampoco, en consecuencia, respecto de los ajustes que deben tomarse para evitar o disminuir la probabilidad o intensidad de ocurrencia de una crisis futura. O, dicho de otra forma, existe una gran incertidumbre respecto de la utilidad y eficacia del instrumental para prevenir y enfrentar futuras crisis y, en consecuencia, que se vuelva a repetir tropezar de nuevo con la misma piedra.
La gente ha visto estos últimos años como en los períodos de bonanza las utilidades fluyeron a los ejecutivos y accionistas de las compañías.
También, cuando esas decisiones esencialmente privadas generaron enormes pérdidas estas fueron para la sociedad. Una vieja historia, lamentablemente cierta, la vivimos en Chile en 1982-83.
Da la impresión que la sociedad está afecta al riesgo que la codicia y la imprudencia de algunos ejecutivos puede llevar a la bancarrota a un país y, con ello, a comprometer los flujos de recursos de varias generaciones que no tuvieron arte ni parte en los hechos.
Tampoco sobre esto se aprecia que exista aun un antídoto.
Es lo que mueve los movimientos más organizados de los indignados y los ocupantes de Wall Street.
Es una protesta contra un modelo que lleva intrínsecos enormes riesgos que no han sido mitigados debidamente. Que hace privadas las ganancias y, a veces, socializa grandes pérdidas. Que algunas veces muestra poca o escasa preocupación por la justicia social y que, generalmente, desdeña y hace compleja la labor regulatoria del Estado, que justamente intenta administrar mejor muchos de esos riesgos.
Es una enorme duda respecto del futuro. También lo es en el mundo académico, donde la apreciación de la realidad toma distancia de los modelos económicos más conservadores.
Bien por los estudiantes de Harvard, han contribuido a poner en la opinión pública esa gran incertidumbre.