Me parece que la conversación en torno al “matrimonio” entre negocio sustentable y estilos de vida se centra en la siguiente frase: cambio del comportamiento del consumidor.
Específicamente, hoy en día, hay cada vez más interesados en cómo lograr cambios constructivos que signifiquen que la oferta de productos sustentables esté al mismo nivel que su demanda.
Un papel fundamental en las transformaciones de las conductas de los consumidores lo pueden hacer las agencias de publicidad y comunicación. ¿No es esa su especialidad?
Sin embargo, las opiniones, comentarios y preguntas realizadas en distintos sectores se centran en dos líneas de pensamiento que han tomado mayor relevancia.
Por un lado, hay quienes opinan que con sólo educar y manejar su atención sería suficiente para que los consumidores tengan un compromiso más responsable con el medio ambiente. Pero por otro, hay quienes dicen que no importa cuánto se trabaje en la conciencia por el cuidado al medio ambiente, ya que finalmente los consumidores igualmente actuarían guiados por sus propios intereses de corto plazo, sin importar las consecuencias a futuro.
Esta posición es apoyada por argumentos que indican que la fuerza colectiva empuja al materialismo económico y consumismo.
El tema no es fácil y se requiere más investigación y cooperación para motivar a los consumidores en este cambio.
Al respecto, y en esta línea, grandes corporaciones como Unilever, Procter & Gamble, PepsiCo, entre otros, han comenzado (con buenos logros) a trabajar en esta tarea.
Hay que considerar que esta labor no es por razones altruistas; más bien es porque reconocen que el mayor impacto en los bienes de consumo no radica en su fabricación, sino en su uso. Estas empresas saben que, para su propio crecimiento, deben ayudar también a sus clientes a reducir sus emisiones.
Un ejemplo se encuentra en la tendencia inglesa de desarrollar productos concentrados, como en la industria de los detergentes. La concentración del detergente permite la fabricación de envases de menor tamaño, lo que posibilita una mejor distribución (debido a su menor peso y volumen) y una reducción en el impacto que causa al medio ambiente.
En nuestro país, cada vez más hay un interés creciente sobre el tema, aunque aún falta mayor difusión y claridad respecto a cómo o de qué manera realizar este cambio en el comportamiento de los consumidores.
Uno de los principales desafíos que enfrentamos, por tanto, es conseguir un cambio de mentalidad, es decir, pasar de los derechos del consumidor a la responsabilidad del mismo.
Y, en este sentido, las empresas tienen un rol crucial y clave que jugar.