La economía global, a sólo tres años de la crisis anterior, vive una enorme incertidumbre.
EEUU cae en su calificación de riesgo e intenta frenar su déficit, naciones europeas buscan, también, recortar gastos en tanto éstas y organismos multilaterales promueven gigantescos rescates para evitar el default griego y con él, el de bancos franceses y alemanes, que serían arrastrados; los gigantes asiáticos resienten su crecimiento y, como corolario, las bolsas de todo el mundo – y también la de Santiago – recogen esos síntomas con preocupación. La nuestra se ubicó ya bajo los 4000 puntos.
Los principales afectados, a nivel local, son los millones de trabajadores chilenos que ven reducirse una vez más sus fondos de pensiones.
La rentabilidad promedio de éstos sigue cayendo, pese a que las cifras se muestran habitualmente relativizadas al considerar las el inicio del sistema o de los multifondos.
O sea, las salidas de la recesión de los ’80 y de la crisis asiática. Tampoco se han cumplido los restantes supuestos bases del sistema.
Hoy, con la rentabilidad en torno a un 6-7% anual, una rotación laboral muy lejana al 70% proyectado y una densidad acumulada de imposiciones que apenas alcanza a 52% como porcentaje de meses de afiliación en que se registran cotizaciones, las AFP están muy lejos de entregar pensiones del 75% de las últimas remuneraciones como se prometió.
Según el Boletín de la Superintendencia, el número de pensiones pagadas en el mes de marzo de 2011 ascendió a 856.029 con un monto promedio de $175.215, de las cuales 418.678 corresponden a la modalidad de Rentas Vitalicias y 411.891 a la modalidad de Retiro Programado, con un monto promedio de $213.193 y $127.127, respectivamente.
Asimismo, el sistema mantiene costos de administración altísimos. Según estudios las administradoras y compañías de seguro han recibido, como primas y comisiones, uno de cada tres pesos cotizados por los afiliados desde 1981.
Es un sistema que fracasó rotundamente. Las AFP sólo entregan pensiones aceptables a quienes pueden incrementar su ahorro con cotizaciones adicionales. Se trata, sin duda, del próximo lucro que hay que enfrentar en la sociedad chilena, como lo han hecho diversos países que ya han terminado con la capitalización individual en los últimos años.
Por ello, junto a las senadoras Isabel Allende y Ximena Rincón y a los senadores Fulvio Rossi y Camilo Escalona hemos presentado un proyecto de reforma constitucional que pretende entregar a los cotizantes la opción de elegir entre un modelo de capitalización individual y alternativas de reparto.
Démosle a los chilenos, que lo deseen, una opción de solidarizar sus riesgos de vejez, invalidez y sobrevivencia…
¿Qué dirán los mismos que promueven la competencia y la libertad de elección en salud o educación?
Harán acrobacia mental e ideológica para contradecir sus argumentos tradicionales.
Apelarán a los vicios del sistema de cajas y a los altos costos fiscales del reparto. No, señores.
Con leyes que uniformen los beneficios, eviten los abusos y cautelen la adecuada inversión de los recursos, el reparto puede ser una alternativa para la inmensa mayoría de trabajadores, que, con su nivel de ingresos, alta rotación laboral y baja densidad de imposiciones, unido a los elevados costos de administración, recibirán de la capitalización individual pensiones miserables.
Y, en cuanto a los costos, sumen a los de este sistema el pilar solidario que le dio cobertura a los millones de excluidos.