Nuestra sociedad vive un capitalismo desenfrenado.
A pesar del grito “el mercado es cruel”, éste se fortaleció y generó nuevos mecanismos que le han permitido abarcar todos los ámbitos de la sociedad.
Así, hoy tenemos que derechos básicos como educación, vivienda, salud, agua potable, trabajo, están entregados a lo que el mercado resuelva, según sus criterios economicistas y bajo los márgenes de ganancia que el establezca.
Los escándalos económicos conocidos: colusión de precios, repactaciones unilaterales, incumplimiento de la Ley para obtener lucro educacional o, para impedir el derecho a negociación colectiva de los trabajadores o, para contaminar el medio ambiente, etc., etc., demuestran que el mercado tiene una regulación mínima y defectuosa.
Demuestra que, el mercado, está entregado al criterio de personas que no tienen ninguna formación ética, cuyo único fin es perseguir la máxima ganancia.
Lo peor es que la banca, el retail, la educación, los medios de comunicación, es decir, el mercado en su conjunto, lo dirige la elite profesional y ejecutiva, muchos de los cuales son académicos, es decir, están formando a los nuevos profesionales, tal vez, con esos mismos criterios.
Parte de la calidad que la educación carece, es la formación ética, de principios y valores, en todos sus niveles, pero, especialmente en el nivel superior.
El cambio educacional que plantean los estudiantes, remece los cimientos del modelo neoliberal. Los estudiantes proponen cambios profundos.
Esta movilización social encabezada por el movimiento estudiantil es uno de los intentos más serios que ha realizado la sociedad por cambiar y renovarse.
Tal vez, por ello el gobierno no sintoniza con los estudiantes, porque hablan lenguajes distintos.
Mientras ofrece mejorar la educación manteniendo el actual sistema, los estudiantes aspiran a cambiar la educación por un nuevo sistema. Eso, es una transformación social profunda.
Mientras, los estudiantes hablan de renovar la sociedad y poner a la persona en el centro del afán político, el gobierno habla de recuperar clases, de maquillar y no cambiar el sistema que ha generado la crisis.
Mientras los estudiantes reivindican la educación como un derecho, el gobierno dice que es un logro individual.
El Gobierno demuestra precariedad en su funcionamiento y una obtusa posición ideológica para discutir y aceptar que la solución pasa por reformas políticas, económicas y sociales, sin las cuales, la educación no cambiará.
La opción del Gobierno es mantener la educación bajo las reglas económicas del libre mercado, con lo cual, mantiene el lucro y un sistema educacional que segrega a los estudiantes, agrupándolos según su clase social, ricos con ricos y pobres con pobres, reproduciendo así, las discriminaciones sociales per se.
El Congreso Nacional, intenta sacar el conflicto del inmovilismo. Sin embargo, no tiene facultades para ofrecerles solución a los estudiantes, esas facultades no están previstas en la Constitución Política, que también es parte del problema político y, que también, debe ser abordada y modificada.
La Premio Nacional de Periodismo, María Olivia Mönckeberg, ha dicho reiteradamente que el fin de algunas universidades privadas es ideológico: enseñar, divulgar y consolidar el sistema capitalista.
Los estudiantes plantean una educación pública de calidad y accesible a todos.
Es una forma que el Estado nivele la sociedad. Con una educación que incluya una mirada social, ética y valórica.