04 jul 2011

Indignación y Reflexión

La indignación está de moda. Surge en Europa desde Irlanda hasta Grecia, pasando por Cataluña y Florencia, y también se presenta en Chile.

La indignación se manifiesta en masivas protestas, marchas, tomas y en diversos grados de violencia contra quienes quieren seguir con sus actividades normales, pero les toca compartir tiempo y espacio con los manifestantes.

Son víctimas de ellas los estudiantes que quieren dedicarse a lo suyo y sus establecimiento son tomados; los comerciantes con negocios ubicados en las vías por las que pasa la manifestación, que dejan de vender o son saqueados; los transeúntes que simplemente quieren usar el espacio público para ir a alguna parte, hacer sus diligencias, o simplemente pasear; y todos los ciudadanos cuando estas terminan en destrozos, o peor aún con víctimas.

Para los chilenos los motivos de insatisfacción sobran. Los cargos abusivos a los deudores morosos de una multi tienda, los que formaban parte de un esquema de información fraudulenta para inflar resultados y precios de acciones.

Esto permitió jugosos premios a sus ejecutivos, y ganancias adicionales para algunos que además vendieron acciones a precios inflados.

Los que perdieron con este fraude fueron los deudores morosos que pagaron luego de ser unilateralmente renegociados, y los inversionistas que compraron acciones y bonos a precios inflados, incluyendo a los fondos de pensiones.

Por otra parte en la industria del transporte terrestre de pasajeros, se descubrió una maquinación colusiva entre dos empresas para impedir la operación de una tercera en terminales de provincia, y así poder mejor repartirse el mercado sin la molesta competencia de otros.

Eso no es simplemente una falta, es un crimen que atenta contra los derechos de los consumidores de servicios de transporte y los de otras empresas. Los culpables de estos fraudes y colusiones deberían ser severamente castigados, pero la experiencia pasada genera dudas razonables de que efectivamente se llegue a eso, haciendo cundir más la indignación.
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Los estudiantes piden educación gratuita y de calidad. Exigir gratuidad para todos no se justifica, pero si se justifica exigir calidad por el servicio que reciben.

Algunos estudiantes, los más pobres en la educación media y los de universidades o institutos “marginales” en la superior, son víctimas de un sistema que ha crecido explosivamente, pero con grandes carencias, nula supervisión y muy serias limitaciones en sus incentivos y gestión. Como resultado, ellos no están recibiendo la preparación que necesitan para tener éxito en el mercado laboral. Son víctimas de un fraude porque no reciben el servicio por el que están pagando.

Motivos de indignación no faltan porque vivimos en una sociedad que a pesar de sus muchos progresos continúa cruzada por problemas e inequidades, y hoy toca ver al vaso medio vacío.

Lamentablemente la indignación transformada en protesta, toma y marcha solo sirve de medio de expresión, pero por si sola nada soluciona, y crea otros costos para la sociedad.

La superación de los problemas e inequidades solo se consigue si la indignación se canaliza hacia la implementación de soluciones.

Con una reflexión serena y bien informada, para construir propuestas bien fundadas en el análisis objetivo y la evaluación de alternativas, para sobre ellas alcanzar acuerdos entre los distintos actores sociales. Las instituciones del Estado y los partidos políticos deberían ser capaces de canalizar estas inquietudes hacia el diseño e implementación de soluciones. .

Lo primero para tener en cuenta es que no existen soluciones mágicas que algunos pretenden tener. No es cuestión simplemente de querer superar los problemas y con voluntarismo imponer un sistema “perfecto”, dónde todos serían iguales, desaparecerían los intereses particulares, siendo la única motivación guía de la acción humana la búsqueda del bien común.

Ni la educación pública universal y gratuita es la solución, como tampoco lo son el transporte público universal y gratuito, ni el crédito de consumo universal y gratuito. El espejismo de este tipo de sistemas “universales y gratuitos” ha llevado a grandes tragedias, en las que no solo se ha perdido la prosperidad, sino también las libertades esenciales.

Las soluciones deben ser construidas sobre la base de acuerdos, y participación ciudadana con respeto a la ley y a los derechos de todos.

Tenemos una democracia que costó mucho reconquistar, que tiene imperfecciones, pero que requiere ser cuidada, mejorada, perfeccionada, pero nunca desechada. Este es el mecanismo que permite solucionar nuestros conflictos y avanzar en la superación de nuestros problemas, exigiendo el cumplimento de deberes y respetando los derechos de todos.

Todas las soluciones tienen costos alternativos y su efectividad será limitada, tardará en ser alcanzada y requerirá enmiendas y rectificaciones futuras.

Llevarlas adelante no solo necesita la reflexión para la propuesta, también la generosidad para el acuerdo. A ello se suma la dedicación, compromiso y trabajo mancomunado para implementarlas efectivamente incluyendo, muy principalmente, el de los más directamente afectados por los problemas.

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