El proyecto impulsado por Ciudad Elefante y apoyado por la Municipalidad de Providencia para instalar un memorial en la acera pública frente al edificio que ocupa el paño en que antes estaba el Colegio Latinoamericano de Integración merece ser debatido y aprobado públicamente. Es una iniciativa que quiere recordar a Manuel Guerrero, José Manuel Parada y Santiago Nattino.
Se trata del lugar desde donde fueron secuestrados a punta de pistola por efectivos de la Dirección de Comunicaciones de Carabineros DICOMCAR, el profesor Manuel Guerrero y el apoderado José Manuel Parada, acción en la cual se baleó frente a los estudiantes al profesor Leopoldo Muñoz, para luego ser asesinados brutalmente junto al publicista Santiago Nattino, todos militantes del partido comunista.
De hecho, todos los 28 de marzo, desde hace ya 30 años, la comunidad de ex alumnos y profesores del Colegio Latinoamericano, se reúnen, junto a músicos, poetas y amigos, en la esquina de las calles Los Leones y El Vergel en Providencia, para rendir un sentido y afectado homenaje a Guerrero, Parada y Nattino. Se trata de actos pacíficos en los que se recuerda a los tres profesionales desde sus mejores virtudes humanas: personas comprometidas, honestas, querendones, valientes. Esos actos, con o sin memorial, van a seguir existiendo.
Los homenajes y recuerdos de estos profesionales asesinados, así como de tantos otros en diferentes rincones de Chile, forman parte de la vida de una ciudad que tiene memoria, que no quiere olvidar a quienes fueron sacrificados en el altar del fanatismo y la intolerancia; son proyectos de pedagogía pública para no olvidar, para promover el respeto de los derechos humanos, para que el sacrificio de tantos no sea en vano.
No tienen una dimensión estrictamente política, porque teniéndola, quienes se reúnen en torno a su memoria recuerdan no sólo su compromiso, también su humanidad, su trato con sus alumnos y colegas, su sentido del humor, su sencillez, sus esperanzas, sus miradas.
Es bueno que la Municipalidad, la alcaldesa y el concejo municipal, debatan la posibilidad de monumentalizar esa memoria a través de un sencillo pero significativo memorial propuesto por Ciudad Elefante.
Es cierto que podría hacerse sin debate, por simple resolución edilicia dejando así contentos a muchos cercanos a las víctimas, pero la decisión de consultarlo con los vecinos y someterlo al juicio del Concejo es la correcta, porque más importante aún que la existencia del memorial, es la convergencia democrática en torno a la idea de construir una ciudadanía con valores compartidos, especialmente si ellos están relacionados con los derechos humanos.
No hay que violentarse por los argumentos de algunos vecinos que dudan de apoyar el proyecto porque restaría plusvalía a sus propiedades. Vivimos en una sociedad marcada por esos anti valores pero que se debate contradictoriamente y que en algún lugar sabe que el dinero no puede ser todo en la vida.
Lo que corresponde es confiar en las buenas razones, en la capacidad persuasiva de quienes creemos que es posible vivir en una ciudad que respete su identidad, su historia y su memoria.