El 11 de septiembre define de muchas maneras cómo enfrentamos el presente. Si estamos hoy hablando sobre la idea de una nueva Constitución o solo pensando en cómo reformarla una vez más, en gran parte se debe a la falta de conversaciones públicas sobre la verdad.
Lo que pasó con miles de chilenos víctimas de desaparición forzada, prisión política, tortura y exilio, es una verdad. Una trágica verdad. Tras esas vidas truncadas hay testimonios, investigaciones judiciales, informes de comisiones y en algunos casos, condenas. Pero hay una porción importante de verdad que nos falta.
Nos falta que los civiles que participaron directa o indirectamente en los crímenes de la dictadura, den un paso al costado en la vida política chilena, por su propia dignidad. Que el silencio que han guardado por décadas sea reemplazado por su silencio en las decisiones públicas. No merecemos como sociedad la hipocresía sentada en un Congreso.
Nos falta también que dentro de esos civiles, las responsabilidades editoriales de los medios de comunicación sean investigadas y reciban las condenas con un debido proceso. No nos bastan los reportajes que nos recuerdan el horror, necesitamos esa porción de verdad que ocultaron los medios.
Nos falta comenzar a nombrar estas verdades con los nombres que corresponden: falta de justicia, montajes, encubrimientos, violencia sexual como tortura, dolor.
Nos falta ver a los condenados sometidos a las reglas que ameritan los crímenes de lesa humanidad. Nos falta presenciar el cierre de la totalidad de las cárceles de privilegios.
Esa verdad la necesitamos. Por esa verdad continúan incansablemente las organizaciones de derechos humanos reclamando justicia. Por esa verdad no basta con pedir perdón. Necesitamos que quienes estuvieron tras esos crímenes rompan el pacto de silencio.
A 42 años del golpe de Estado sigue abierta la herida y la memoria como un espacio en permanente construcción, también la posibilidad de un país que, mirando su pasado, enfrenta su presente de un modo más genuino.
Es cierto que varias de las conversaciones que nos faltaban las estamos dando. Hablar de una nueva Constitución este 11 cobra más sentido. Una forma de dar un paso adelante en la institucionalidad política es romper con las principales trabas de la dictadura, la mayoría de ellas amparadas en la Constitución.