Excepto la 1a temporada, no vi la serie Los 80 porque considero que fue suficiente haberlos vivido. Sin embargo, recomendado por cercanos y lejanos, sí vi el capítulo final y rescato, entre otros, el abordaje del drama de Félix y su elaboración, que en mi opinión expresan la necesidad por Verdad y Justicia en Chile.
La escena que comento es cuando, por un crimen cometido en la adolescencia, Félix que ha vivido atormentado por 20 años, motivado por su padre visita en el tiempo presente a la viuda del fallecido. El padre de Félix le pide a su hijo que “de la cara”, pues “la verdad libera”.
Armado de coraje, el ahora adulto Félix va a la casa de la viuda, le cuenta la verdad de lo ocurrido, le pide perdón y se expone a su rabia. Ambos sufren, pero al abordar lo reprimido, ocurre una elaboración que les permite salir de ahí. Me parece que esta escena expresa lo pendiente de la pos dictadura chilena, tema que es difícil de abordar en cualquier realización.
Construir el encuentro entre perpetradores y víctimas, y que resulte verosímil, es complejo. En el caso argentino fue brillantemente trabajado en “El secreto de sus ojos”, con Ricardo Darín.
En nuestro caso, la serie Los 80 escogió a Félix para abordar la temática indirectamente. Y si bien utilizó para estos efectos un circunloquio, se trata de un accidente automovilístico y no de violaciones a los derechos humanos, si algún ex DINA es capaz de leer lo que la serie propone como conclusión de una década -que coincide con el fin de la dictadura-, el mensaje se vuelve directo: ‘La verdad libera’ y aún hay víctimas que esperan ese mínimo gesto de coraje cívico de presentarse y decir la verdad.
Sin desmerecer esta propuesta de Los 80, en materia de abordaje en Chile de esta temática de los DDHH (el encuentro entre el perpetrador y la víctima), destaco lo trabajado por el montaje de Teatro Cinema, de la obra ‘Sin sangre’, del escritor Alberto Baricco.
Porque el encuentro entre el perpetrador y su víctima puede tomar distintas formas, y en estas formas es donde se juegan las lecturas posibles que se proponen al público, que en el fondo es la sociedad toda, para que las haga suya y las elabore.
Por ejemplo, el encuentro puede tomar la forma del set que armó TVN entre el general Cheyre y Ernesto Lejderman: juntarlos sin encontrarse. O tomar la forma que propuso en este último capítulo Los 80 con Félix: encontrarse, dar la cara, pedir perdón, exponerse.Y luego seguir la vida cada uno por su lado.
En el caso de ‘Sin sangre’, sin embargo, Teatro Cinema -con una actuación impresionante de Laura Pizarro-, ensayó algo más arriesgado, luego de encontrarse el perpetrador con la víctima, asumieron el proceso de convivir, de vivir juntos.
De ahí el nombre ‘Sin sangre’, un proceso de elaboración fuerte, complejísimo, abordando la fragilidad y el daño de lado a lado (que no es lo mismo que el ‘empate moral’ al uso chileno, que es un eufemismo de impunidad, de no hacerse cargo de nada, pues empate no hubo, ni guerra, fue masacre).
De los procesos pos genocidas conocidos, el caso en que se han dado pasos de este tipo es Ruanda.* Decir la verdad, asumir la cárcel, realizar un proceso profundo y auténtico de arrepentimiento y luego dar el paso a generar una convivencia entre el (ex)perpetrador y la víctima, apoyándose mutuamente, estando disponibles para la vida cotidiana, pues ambas fueron alteradas por la matanza.
Realizar algo así, requiere de un coraje mutuo: del perpetrador y la víctima. Y hacer ese camino implica una complejización de los roles que cada uno juega en la reparación, con ambas partes muy activas en una increíble experiencia de valentía y generosidad máxima.
Porque en las sociedades pos genocidas la pregunta siempre queda abierta, ¿cuál es la verdad? ¿Se hará justicia, con castigo a los culpables? ¿Habrá reparación y memoria de lo ocurrido?
Y tal vez, lo más importante para la reconstitución individual y colectiva de un país, luego de la verdad, la justicia, la reparación y los procesos de memoria, ¿podremos convivir juntos?
En el caso chileno, lejos de la propuesta de Teatro Cinema, aún vivimos en la negación de parte de los perpetradores. El llamado ‘pacto de silencio’ aún campea.
O, en el mejor de los casos, hay ciertos reconocimientos de lo ocurrido, pero se apela al “empate moral”, lo que nuevamente es una forma de negación y racionalización, que no se hace cargo de que miles de chilenos, como cantan Los Tres, vivieron la masacre sin saber porqué y aún cargan luces en el mar. Falta mucho.
Por ello, para el contexto de impunidad del Chile pos dictatorial (recordemos que apenas cumplen condena 60 genocidas, habiendo miles de desaparecidos, ejecutados, torturados), el gesto de ‘dar la cara’ de Félix en Los 80 resulta loable y aleccionador.
Hacerse responsable de los actos propios, sin apelar al contexto, sino que a la decisión o falta de ella que llevó a cometer crímenes que jamás debieran haber acontecido. Dar la cara es un mínimo, pero que en Chile aún opera como máximo.
Estos son temas que ojalá fuesen abordados más allá del circuito de las organizaciones de víctimas y luchadores sociales, la academia y los organismos del Estado que se dedican a la justicia, memoria y reparación.
La televisión es un buen vehículo para la amplificación de estos tópicos, que abre preguntas sobre una temática que nos cruza como sociedad. Gracias, en tal sentido, a la serie Los 80 y su equipo realizador. Aunque sea en el plano de la ficción y en sordina, se avanza. Y en horario prime. Para Chile, no es poco. Pero, a no dudarlo, queda mucho por hacer.
*El caso de Ruanda: http://www.accionpreferente.com/mundo/retratos-de-reconciliacion-20-anos-despues-del-genocidio-de-ruanda/