Cuando en el mundo se conmemoraba los Derechos Humanos aparecía el informe del Comité de Inteligencia del Senado de los Estados Unidos, que mostraba el uso de la tortura por el gobierno a través de su agencia central de inteligencia.
En éste se indicaba las “técnicas de interrogatorio”, eufemismo para no decir tortura, las cuales no envidiaba a las más refinadas formas utilizadas por la Gestapo nazi.
Lo que se confirmaba públicamente era lo que activistas habían denunciado por más de una década y que habían sido ocultadas permanentemente; aún más, haciendo objeto de persecución a quienes las exponían a la ciudadanía. Sin embargo, como siempre, existe una trampa inherente a los documentos entregados.
En primer lugar, se intenta desvincular a la Casa Blanca de este hecho, como si fueran dos situaciones desconectadas, tal como se decía en Colombia: “entró un elefante en la casa y nadie se dio cuenta”. Por este mecanismo, Barack Obama queda con su imagen remozada de transparencia de tal modo que es un presidente en busca de la verdad cueste lo que cueste…especialmente si no tiene vinculación alguna con la represión, tal como ocurre con el caso Ferguson.
En segundo lugar, este informe hace recaer la culpa sobre George Bush de tal suerte que los republicanos son los que procuran la tortura como su estandarte mayor. Así, el pueblo estadounidense tendrá que pensar en las próximas elecciones presidenciales si desea una gobernanza basada en la coacción o una democracia sustentada en el control legal.
Lo tercero es perverso pues se esconde que durante el período de Obama no sólo se ha mantenido Guantánamo sino que se ha realizado una política de asesinato selectivo a través de drones, cuya decisión depende del primer magistrado de la Nación. Por tanto, se ha continuado la violencia a través de métodos tecnológicos mortales.
El informe es muy importante pues ha puesto a temblar a los países que colaboran con la tortura directamente y que han sido descubiertos en una clara acción de delación. No sin razón, Polonia manifestaba su pérdida de confianza en la CIA debido a que se conocía su papel oscuro al aprobar cárceles de alta seguridad para presos especiales.
La cobardía de sus autoridades eran mundialmente vistas en televisión al quejarse por ser puestas en evidencia, en vez de desaprobar su maligna actitud, manifestando que “desconocían” lo que se hacía en dichos recintos secretos. Alemania declaraba su “consternación” por el “grave error” de la CIA, aunque no aceptaba que también estaba implicada directamente.
Naturalmente un documento de tal envergadura y que afecta los intereses de un “socio comercial” en varios países de América Latina, no será difundido como debe ser éticamente ya que los Medios tradicionales acatarán las órdenes externas y cooperarán en este sentido. Que se sepa la verdad no es bien recibido para las élites nacionales, más si toca sus propios intereses.
No obstante, la realidad es nítida: la tortura se aplica en el mundo y sus victimarios estarán libres para continuar su labor depredadora si no se detiene su accionar perverso.De la conciencia soberana de los pueblos depende la decisión.
La interrogante es dura: ¿será tan honesta la Unión Europea que aplicará sanciones a Estados Unidos por la práctica habitual de la tortura? ¿O simplemente seguirá su retórica de la libertad cuando de economía política se trata?