Rarezas del alto cielo.
La Biblia asegura que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. A luz de sus conductas, a veces dudo en esa condición de hombres/mini-dioses deambulando por el mundo. No será, en realidad, el hombre quien crea a los dioses a su propia imagen y semejanza, por eso los dioses resultan coléricos, envidiosos y castigadores. Y en nombre de esos dioses se aniquilan sus seguidores. Los que nos declaramos incompetentes en la tarea de crear dioses, sólo esperamos que Dios nos proteja de sus fanáticos.
Rarezas del mundo y sus salvadores.
Estados Unidos -dueño del mundo, profesor de democracia-, en su vocación divina, se dedica a salvar países inyectando plomo en las heridas. Lo hace en nombre de la libertad, de la democracia y otros subterfugios. La última salvada a Chile arrastró una dictadura de 17 años, con muertos, torturados, exiliados, y un país fragmentado hasta la médula.
El 2003 George Bush invadió Irak, quería salvar al mundo de las armas de destrucción masiva, que decían que ahí había. Mientras salvaban al mundo, los militares norteamericanos arrasaron con miles de vidas. Y como la misión se alargaba, aprovecharon de llevarse el petróleo para sus Armas Financieras de Destrucción Masiva. Al final, por más que revolvieron el desierto y dieron vueltas las casitas de madera, no encontraron ningún arma de destrucción masiva.Las piedras ya fueron estrujadas, y los muertos no resucitaron.
Hoy, en medio oriente, las bombas asesinan a judíos y palestinos (más palestinos que judíos), niños y civiles, nadie se libra del fuego. Las causas son variadas: la limpieza étnica, la ocupación, la verdad divina (todas las guerras son santas, os desafío a que encontréis un beligerante que no crea tener el cielo de su lado, expresó el escritor francés Jean Anouilh).
En otra invasión de Israel en Gaza -la operación plomo fundido- se descubrieron yacimientos de gas en la franja de Gaza, confiscados por Israel. El caso es que continúan regándose de sangre las tierras de Dios (o quien sea que haya inventado todo esto) que, desde arriba, se revuelca de angustia comprobando los crímenes que se desatan en su nombre.
En su nombre, pero también en nombre de los recursos naturales, del control de los territorios, de la geopolítica y las alianzas internacionales.
En fin, rarezas del mundo. Y como el mundo es raro, la comunidad internacional, que poco tiene de comunidad, saca la cabeza por la ventana y mira a cualquier lado. Y cuando habla, saca a relucir su monumental talento para enredar cosas y no decir nada.
Rarezas del lenguaje.
Las bombas de un lado son terrorismo y las del otro son en nombre de la defensa. Las muertes de un lado son terrorismo y las del otro “error”. Y bajo este panorama, vale preguntarse. Estados Unidos, ¿catalogará como terroristas las bombas lanzadas por el gobierno de Israel contra civiles y niños en Gaza? Y en sus exámenes de democracia, ¿considerarán como democráticas las votaciones que dieron el triunfo a Hamas? En fin, ¿salvarán al mundo de una posible amenaza sionista?…
Y las rarezas continúan.
Barack Obama se ofrece como intermediario, mientras Estados Unidos provee de armas a Israel. El mismo Obama, junto con Merkel y Holland justificaron los muertos. Dicen que Israel tiene “derecho a la defensa”. Está claro que ninguna guerra confiesa sus verdaderos fines, siempre se levantan en nombre de la defensa, de la democracia o la libertad. A la Guerra por el Salitre le llaman la Guerra del Pacifico, por ejemplo.
Es curioso, pero las mismas autoridades que justifican las muertes, representan a países como Estados Unidos y Francia, países que junto a Reino Unido, China, y Rusia, son los únicos miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y que, además, tienen posibilidad de veto. Es decir, esos cinco países deciden qué guerra es legal y cual no. Paradójicamente, esos mismos 5 países son los mayores productores de armas en el mundo. Misteriosa ecuación bélica: quienes fabrican las armas deciden la paz y seguridad del mundo.
Rarezas de este planeta.
La gente, en ataque de cólera, repleta los medios con mensajes en contra del pueblo judío o los palestinos, que es muy distinto al sionismo o Hamas. Daniel Barenboim, judío y pianista, condenó la línea de Netanyahu. Lo mismo hizo Chomsky, declarando: “no es una guerra, es un asesinato. Y al ser contra una población es un genocidio”.Culpar a los judíos por los crímenes del sionismo o a los palestinos por los ataques de Hamas, es como culpar a todos los chilenos por los crímenes de Estado, C.N.I mediante, cometidos por la dictadura de Pinochet.
Pero las rarezas también se alojan en la memoria.
El gobierno de Israel tiene memoria corta. Olvidan que ellos también fueron arrasados por un loco con vocación de salvador, en una de las peores tragedias en la historia de la comedia humana, y, reseteando la memoria, continúan imitando lo que hicieron contra ellos. Una especie de Nazionismo moderno. Me pregunto ¿ser víctimas de una tragedia les da el derecho a matar con total impunidad?, ¿la venganza les da derecho a legalizar las torturas de prisioneros?Israel es el único país del mundo que las ha legalizado.
Las bombas caen en Gaza, pero el eco de su explosión se escucha en otros lugares del mundo. Resulta necesario resucitar la memoria del mundo, y recordar, por ejemplo, que la Primera Guerra Mundial se desató en un par de semanas, en una reacción en cadena que comenzó con el asesinato del archiduque Francisco Fernando, a manos de un nacionalista Serbio. Lo mismo podría suceder en Medio Oriente.
Más ataques desproporcionados del gobierno de Israel, podrían transformarse en solidaridad con Palestina por parte de otro país, con mayor poder de fuego, en contra de Israel. Y entonces, cómo no, entraría Estados Unidos a “salvar” a su aliado, reventando bombas en Palestina, que sonarían en, por ejemplo, Rusia o China, que, ayudando a los palestinos, podrían desatar una terrible catástrofe.
Pero lo más raro de todo es la guerra misma.
Un antropólogo definió al ser humano como un “simio bipolar”. Puede ser tan altruista como un Gandhi, y tan pérfido como un Hitler. En la faceta más horrible del hombre, justifica las muertes en nombre de la libertad, la democracia o la seguridad. Pero las bombas de la libertad, de la seguridad o lo que sea, matan civiles y niños, que no entienden por qué les arrasan los brazos y las piernas.
Tampoco entienden que les quiten la vida por “error”. Las bombas de la guerra no confiesan sus verdaderos fines: matar por que eres distinto, o por que bajo tus pies existen recursos que puedo robarte, o por qué quiero seguir ocupando tu territorio. Las bombas de la guerra atraviesan las fronteras, enredan los ojos de quienes miramos a la distancia, para estallar en el alma y atestarla de ruidos.