La propuesta del artista sueco Jonas Dahlberg ha sido escogida por unanimidad para construir un memorial en recuerdo de setenta y siete jóvenes muertos en la masacre de Utoya, Noruega, en julio de 2011.
La obra representa una memoria herida que, en forma traumática, parte la tierra en dos y se materializa en una incisión que crea un espacio abierto entre lo que ahora serán dos islas. Así se evoca la ausencia de las y los adolescentes asesinados por un desquiciado empresario fundamentalista cristiano, auto declarado como “enemigo de la sociedad multicultural”.
La propuesta del artista pone en evidencia lo que muchos pueblos tuvieron siempre claro: lo que se haga a los seres humanos se hace a la naturaleza, y, lo que a la naturaleza se haga, a los seres humanos se hace.
El paisaje es el mejor espejo de las relaciones que los seres humanos establecen entre sí y con la naturaleza. La absoluta indiferencia con que se rajan los cerros para arrebatar de su interior los minerales o con que se talan los bosques para arrancar la pulpa de los troncos caídos son expresión de una mirada enferma que separa a las cosas de su origen.
Es impensable que la gran empresa del cobre o la industria pesquera comprendan que su acción es mutiladora, que hay trozos de vida que son sacados de cuajo para el puro lucro de algunos inversionistas.
La vida, sin embargo, no se juega con las separaciones que en algún momento el pensamiento analítico le ha impuesto, ni con las disposiciones legales y administrativas con que ficticiamente se establecen distinciones, ni con el afán de quienes lucran con ella: no es necesario esperar el próximo tsunami para entender que mar y tierra son parte de una misma historia.
Las islas, por ejemplo, lo son más en la imaginación humana que en el curso diario de las interacciones entre aves, corrientes marinas, vientos, polen, navegantes y desperdicios que hacen imposible advertir donde radica el aislamiento con que el pensamiento occidental las ha caracterizado.
¿Que los seres humanos se han nutrido de la naturaleza y que estos de aquella? ¿Qué duda cabe?
La pregunta es ¿cómo lo han hecho? ¿A la chilena? ¿A destajo? O,¿de un modo u otro?
Pareciera que – en promedio – más de lo segundo que de lo primero. Iluminados por la comprensión que entiende, al estilo de la propuesta de Dahlberg, que algo sagrado hay entre los seres humanos y la naturaleza.Se entiende, desde aquellas otras miradas, que, para cortar un árbol, hay que pedir permiso y que, como ocurre en la celebración mapuche del nguillatún, si la naturaleza no ha sido benigna es porque la gente no ha hecho las cosas como se debe.
En Chile, ¿se han hecho como es debido?
Veamos una situación reciente. Cito a radio Bío-Bío: “Cerca de 400 familias pehuenche de la comuna de Alto Bío-Bío podrán contar nuevamente con suministro eléctrico, tras saldar deudas históricas”. Entiendo que la noticia no es especialmente popular (lleva solo 31 visitas en la red virtual). Pero, a mi parecer, es estremecedora.
El Estado chileno se apropia, a fines del siglo diecinueve, de tierras indígenas que proclama como fiscales. Amputación, a todas luces, o, si se prefiere, despojo disfrazado de regularización de tierras.
No conforme con ello, el Estado, a fines del siglo veinte, autoriza a una empresa – Endesa – a inundar el territorio para extraer de el su energía y convertirla en dividendos accionarios.
Amputación, ¿no? Si el sentido común nuestro pudiese ver lo que es visible a simple vista – que nos prolongamos en la naturaleza que nos rodea – sabría que cualquier cosa que se quita a la naturaleza, a los seres humanos se expropia.
Y, vaya sorpresa, al comenzar el siglo veintiuno nos encontramos con que ¡son las familias pehuenches quienes deben saldar deudas históricas! Esto es lo más desvergonzado que me ha tocado leer en estos días.
Vuelvo a Noruega. Un empresario desquiciado hirió al pueblo matando adolescentes. Hirió al país y el país debe recordar esa herida. Eso no puede olvidarse: la isla dividida se tornará en recuerdo permanente de lo que no debió haber ocurrido.
Y, en Chile, ¿cuántos heridas hay que restañar? ¿Hay siquiera conciencia de las heridas en cuestión?
Aparte de los treinta y un lectores de una noticia, ¿habrá quien se avergüence no solo de las mutilaciones que a sus pueblos han sido expuestos sino que de la desfachatez con que tales despojos han alimentado la codicia de algunos?
N del autor: La propuesta se puede encontrar en:http://www.designboom.com/art/jonas-dahlberg-slices-memory-wound-utoya-island-norway-july-22-memorial-site-03-06-2014/