En días de innegable emoción y reflexión sobre cómo hemos construido nuestra historia, imposible no empatizar desde lo profundo con los que sufrieron el horror de las torturas, represión y crímenes contra la libre expresión y pensamiento del ser humano.
Como Presidente de la Comunidad Judía de Chile adhiero a los sentimientos de la ciudadanía en esta fecha. Como pueblo es inevitable evocar al Holocausto, recordando a las 6 millones de víctimas, que pagaron con su vida por culpa de la intolerancia, la violencia y la irracionalidad.
Cuando recordamos el genocidio del que fuimos víctimas hace 65 años atrás, los judíos lo hacemos bajo la consigna “perdonar, pero jamás olvidar”. Este sentimiento se asemeja a la realidad chilena.
Estas últimas semanas, hemos visto que los políticos, militares y civiles que tuvieron alguna participación directa o indirecta en el golpe, han pedido perdón, lo que refleja el reconocimiento de que efectivamente los crímenes que se cometieron no tienen justificación alguna y se hicieron desde la vereda de la soberbia, el rencor y el cero respeto por la individualidad.
Humildemente pienso que la sociedad chilena debiera pedirse perdón a sí misma por haber permitido partir el país en dos y porque en materia de derechos humanos no se hizo todo lo posible. Hoy dirán que fue por miedo, por indolencia o por rabia, pero estoy seguro de que mientras haya una persona perseguida o torturada, ningún esfuerzo por terminar con eso es suficiente.
En la Torá (Biblia Hebrea), se habla de diferentes batallas que tuvo que pasar el pueblo judío.Una de ellas, es la historia entre Jacob y Esaú, hermanos que tenían diferentes maneras de ver el mundo, lo que generó distancia, enemistad, separación, exilio y mucho dolor. Como seres humanos seguimos teniendo diferencias y diversas formas de ver la vida y aunque podamos compartir el mismo ideal, esas formas nos han distanciado sin importar las consecuencias.
Este pasaje bíblico nos habla de esta división, pero a la vez también de esperanza, porque habiendo tantos caminos para transitar, Dios los encuentra frente a frente en el único camino del amor: la reconciliación.
Hoy, a cuarenta años del golpe militar y tal como lo dijo el Presidente Sebastián Piñera: “llegó el momento no de olvidar, sino de superar los traumas”.
Sin embargo me pregunto, ¿cómo se pueden superar los traumas de esta magnitud?, únicamente con voluntad, valentía, amor y ganas de transformar las lágrimas de dolor por todos los caídos, los desaparecidos y las familias que aún no pueden cerrar su duelo, en alegría por ver un país finalmente reconciliado, que sin dejar de buscar la verdad y la justicia, sea capaz de mirar hacia delante y seguir construyendo un Chile libre, diverso, democrático e igualitario.
Hoy, en el mes de la patria y por cuarta vez consecutiva la Comunidad Judía de Chile celebra la Tefilá por Chile, la oración por el bienestar de la nación, en donde pediremos que todos los chilenos seamos capaces de perdonar y construir un país comprometido con no violentar nuevamente su paz, su integridad, su tradición republicana y sobre todo su libertad de pensar y opinar libremente sin miedo a ser perseguido.
Los tiempos modernos nos desafían a tener la capacidad de mirar hacia delante y seguir construyendo un Chile para todos y de todos.