En nuestro país resulta usual adoptar determinadas modas que se supone perdurarán y que luego, con la misma facilidad que se adoptan, son desechadas, normalmente por inservibles.
Algo así está ocurriendo actualmente con el desfile público de quienes, con más sentido escénico que convencimiento moral, se apuran en pedir perdón, sin explicar con claridad de qué se sienten objetivamente culpables, ni tener el coraje de dirigirse directamente a quienes habrían agraviado con la falta respecto de la cual solicitan ese perdón.
Algunos, con más osadía, pretenden que luego de este paso, que siempre consideran trascendental, venga por derivación, la ansiada reconciliación.
De este modo, perdón y reconciliación aparecen como el bálsamo mágico que hará desaparecer todas las heridas de la historia, ignorando que los dolores del alma solo son posibles de sublimar con el conocimiento de la verdad y la aplicación de justicia, conceptos que aquellos que hoy se apuran a pedir perdón, con más ganas de zafar que con voluntad de reparación, no han estado nunca dispuestos a reconocer y aplicar.
Carecen, entonces, en general, de credibilidad las expresiones de quienes, otrora colaboradores de la dictadura, que después de 40 años y sintiéndose en situación de debilidad, en el ocaso del mal gobierno que han gerenciado, crean que el resto del país, entre quienes están las víctimas de la dictadura a la que sirvieron y de la cual profitaron, aceptará de buenas a primeras sus expresiones vacías.
El propio Presidente de la República ha hablado en estas horas de los “cómplices pasivos” de la dictadura, sin atreverse a ser más explícito al respecto y, por cierto, sin hacer mención a su propia situación.
¿A qué y quienes se refiere Piñera? Desde luego el mensaje apunta a sus partidarios, a los que lo llevaron al gobierno, es evidente. Y luego, ¿se refiere sólo a los que sabiendo las atrocidades callaron? Y los que se enriquecieron con los bancos o quedándose con las empresas del estado, ¿son cómplices pasivos o activos?¿Dónde está él?
Piñera ha querido convencer al país que “siempre” estuvo en contra de la violación a los derechos humanos, sin aportar nunca antecedentes de alguna acción de su parte, durante los 17 años de horror.
Del mismo modo, jura haber votado por el NO, quedando sólo como aval su propia palabra, pues el voto es secreto. La palabra y la acción del primer mandatario no son creíbles, según el 60% de los chilenos, de acuerdo a todas las encuestas conocidas.
Por cierto, habría votado que NO, para luego ser generalísimo de Büchi, el candidato de Pinochet, en la elección presidencial del 88, contra el candidato de las fuerzas democráticas. Cada quien saque sus propias conclusiones.
Perdón y reconciliación aparecen así mas como un llamado al olvido que a la búsqueda de la verdad, como el único elemento sanador, como lo conoce la historia, tanto de las sociedades como de las personas. Y luego la Justicia.
Aquí está el punto central. Es evidente que muchos de los actuales dirigentes de la derecha y altos funcionarios del gobierno saben más de lo que han tenido la valentía de reconocer.
El pacto de silencio entre los militares, para mentir ante los tribunales es una realidad que nadie discute, pese a que, a quienes se les ha podido comprobar algunos de sus delitos horrorosos, se les envía a cárceles especiales, repletas de comodidades, condiciones muy distintas de las que obtienen los niños maltratados que tiene que atender el SENAME, o de los reos comunes, a veces por faltas de menor cuantía.
El punto es entonces determinar cuál es el camino conceptual y factual que se debe recorrer. Para la derecha y los que siempre están dispuestos a hacerle el coro, se trata de pedir perdón, “lograr” la reconciliación “y no joder mas”. Claro, pues como les gusta decir “todos fuimos culpables”, cinismo con el que buscan esconder siempre, sus propias responsabilidades.
Las víctimas no son nunca responsables de las atrocidades cometidas por los victimarios.
Nada, absolutamente nada de lo ocurrido antes del golpe de estado justifica lo ocurrido después.Pretender lo contrario es solo la manifestación de la cobardía moral de quienes sin reconocer nunca sus propias culpas, pretender encubrirlas en circunstancias colectivas que no son capaces de explicar.
Así pues, asistiremos a un nuevo período donde la moda será adoptada por algunos y, como siempre ocurre, pasará tan rápido como llegó, sin dejar mucho de valor.
Mientras tanto, las víctimas seguirán buscando la verdad y esperando la justicia que nunca llega.
Los medios de comunicación que cohonestaron con la dictadura seguirán pasando piola y los tribunales de justicia, que negaron los recursos de amparo, que habría podido salvar muchas vidas, seguirán pasivamente sin hacer su tarea, a 40 años del inicio del horror.
Y, por cierto, los civiles de derecha, que se enriquecieron en dictadura, mientras alentaban a militares golpistas a destruir la democracia, para permitirles usar y abusar del estado, seguirán en La Moneda (por poco tiempo mas), en el parlamento (por mucho tiempo, gracias al sistema electoral) y en la banca y las grandes empresas, abusando de todos los chilenos,tal vez hasta el final de los días.
¿Perdón y reconciliación? Paso.