Solo hay una cosa más repugnante que el racismo: la indiferencia. Y es indiferencia lo que hay detrás del supuesto “chiste” del actor Elías Escobedo dicho a través de su personaje el Largarto Murdock en un programa de televisión del canal Chilevisión.
Que la muerte de millones de personas perpetrada por el nazismo deje de inspirar horror y respeto a solo 68 años del término de la Segunda Guerra Mundial da cuenta de la enfermedad grave que padece la sociedad en que vivimos.
Ya era inaceptable el chiste mismo, que no solamente ha de ser calificado como de “mal gusto”, como se ha hecho, sino como una verdadera ofensa al espíritu humanista que es la base misma de la única forma de convivencia posible entre nosotros.
Pero a eso se unió además la forma de dar esta noticia en los medios, que sindicaba la repulsa de este hecho a la “comunidad judía”, como si la indignación provocada tuviera que ver únicamente con la pertenencia a un grupo determinado dentro de nuestra sociedad y no a ella en su conjunto, como si el Holocausto fuera un tema que compete solamente a los judíos y por lo tanto fuese únicamente su reacción indignada la que pudiera esperarse frente a actos como este.
Pero, como si todo esto fuera poco, vinieron además las “explicaciones” del “hombre tras el títere”, que bien podría ser títere de su títere dada la falta de sensibilidad, cultura e inteligencia que demuestra.
Si en general la televisión abierta en Chile es una vergüenza, debido a la precariedad intelectual que exhiben casi todos sus programas, cuando estos incluyen a este tipo de payasos ignorantes la cosa sobrepasa todos los límites aceptables.
Y lo que trasunta este tipo de comicidad es la semi-barbarie en la que los organizadores de esta farándula suponen que vive el chileno medio, al que le están destinados estos programas, que son un verdadero resumen de todo lo intelectualmente despreciable que se puede encontrar en nuestro país: homofobia, racismo, machismo, hipocresía moral, chovinismo, etc.
Pero lo peor de todo es la indiferencia. Un país irresponsable, que se siente a salvo de las desgracias y que ya no tiene oídos para escuchar los alaridos de dolor de las víctimas de la violencia que ha ensangrentado la historia humana, los gritos de quienes han sufrido la represión, los quejidos de los torturados, los llantos de los asesinados por el fanatismo, está preparado para comenzar de nuevo con estas lacras, está listo para repetir una vez más los mismos crímenes que ya se creen superados. Y es que únicamente la memoria puede exorcizar la barbarie humana.
Es injusto olvidar a las víctimas de un acción tan despiadada como el Holocausto. Pero sobretodo, es peligroso. Es quizás el más grande peligro que se cierne hoy día sobre las cabezas humanas. En el olvido duerme el huevo de la serpiente, es ahí donde ella anida y se prepara para reiniciar una vez más su macabro renacimiento.
Hacer chistes con la muerte de millones de judíos es una muestra de que hay gente en nuestra sociedad que se siente ya a salvo de estas tragedias, imaginan que son cosas que le sucedieron a otros en un tiempo ya remoto y que en Chile esas cosas ya se han superado. Pues bien, son ellos mismos, con sus chistes macabros y sus comentarios irresponsables los agentes de estos demonios.
El humor es muy sano, pero cuando no se sabe poner límites es un síntoma de una grave enfermedad.
Hay cosas que no se tocan, no solo porque con ellas se ofende a muchas personas gratuitamente, sino porque con ellas se horadan los cimientos mismos de la hermandad, la solidaridad, la libertad y la justicia, sobre las cuales debe edificarse nuestra existencia común.
Nunca hay que olvidar que la risa también es destructiva y es peligroso que caiga en manos de irresponsables. La vida ha sido para muchos una broma muy pesada y olvidarlo es inhumano.
A este comiquillo habría que obligarlo a leer uno por uno los nombres de las víctimas del Holocausto. Al final, tal vez se habrá curado de su indiferencia y se pondrá a inventar “chistes” mas ingeniosos y acordes con lo que necesita nuestro Chile para recuperar su alma medio perdida por causa de la televisión.