Los resultados del SIMCE de educación física difundidos recientemente han puesto una luz de alerta en la situación de nuestros niños y jóvenes, en los que se advierten problemas serios de obesidad y sobrepeso, lo que genera una mayor prevalencia y riesgo de enfermedades cardiovasculares, dislipidemias y diabetes, entre otras graves consecuencias.
Lo anterior debe llamarnos a la preocupación y, sobre todo, a la acción. Si hace décadas nuestro país acometió con éxito el desafío de terminar con la desnutrición infantil hoy estamos en la situación inversa con la misma o mayor urgencia y se requiere, como entonces, una decisión país para atacar el problema implementando acciones coordinadas y permanentes.
Entre ellas, una de las principales es el fomento del deporte y la actividad física. Ello es imprescindible no sólo para mejorar la salud de la población, sino que, además, contribuye a la generación de hábitos y a la transmisión de valores muy relevantes para la vida en sociedad.
Materializar este esfuerzo implica una combinación de políticas públicas entre las que destaco.
- Renovar y modernizar la institucionalidad del deporte en el país. El proyecto de ley que crea el Ministerio respectivo es un paso. Sin embargo, hasta ahora significa tan sólo un cambio de nombre. Se requiere que en su implementación se le otorgue un status y especialmente los recursos que le permitan un trabajo eficaz. También debe reforzarse su vinculación con el área educativa.
- Potenciar el deporte en dos ámbitos principales, los colegios y los barrios.
La educación escolar es el momento ideal para potenciar una cultura deportiva.Es imprescindible aumentar las horas dedicadas al deporte y mejorar el equipamiento e implementación de los establecimientos.
Asimismo, es imprescindible favorecer la práctica del deporte en los barrios. En ese ámbito deberíamos, por una parte, mejorar sustantivamente la infraestructura. El Estado dispone de unas 16.000 canchas, fundamentalmente en poblaciones y villas. Muchas de ellas presentan grave deterioro o están abandonadas, generando, además, inseguridad.Debemos recuperarlas y mejorar su administración, como lo propuse en un proyecto de ley.
Por otro lado, es imprescindible incentivar la actividad física en los barrios a través de la generación de programas masivos y permanentes en clubes deportivos y juntas de vecinos. Un plan especial de monitores financiados por el Estado sería un avance significativo. Lo sugerí en leyes de presupuesto y estuvo a punto de implementarse en gobiernos anteriores, pero no se materializó.Debemos reimpulsarlo.
- Transformar al deporte y la actividad física en un eje de las decisiones en materia de vivienda y urbanismo. La habilitación de ciclovías y la creación y mantención de parques y áreas verdes deben ocupar un lugar preferente, especialmente con el objeto de equiparar la situación de las comunas más populares en esta materia, donde se advierte una grave desigualdad.
- Mejorar los hábitos alimenticios. Factores de diversa índole han motivado un incremento de la disponibilidad y consumo de comida rica en grasa y azúcares. Necesitamos revertir esa tendencia.
El proyecto de ley sobre rotulación fue un avance que requiere ser reforzado y no diluido por su reglamento. Asimismo, deben potenciarse otros esfuerzos coordinados, a nivel de las carteras de educación, salud, desarrollo social y trabajo, por cambiar hábitos y mejorar la calidad de la alimentación en colegios y lugares de trabajo.
Estamos frente a un inmenso desafío. Lo que dejemos de hacer impactará decididamente en nuestros indicadores sanitarios ya en pocos años y, con más fuerza en el mediano plazo.
Requerimos priorizar sustantivamente la inversión en deporte y actividad física no sólo como un ahorro futuro en prestaciones de salud, sino fundamentalmente como un cambio de orientación hacia una mejor calidad de vida.