Si somos honestos, tenemos que concluir que en el carrusel nervioso de ayer en la noche, Venezuela era la mejor alternativa para cuartos de final. Con Brasil tenemos un registro espantoso en el último tiempo y los paraguayos siempre son temibles por arriba, por eso era mejor reservarlos para las semifinales (si es que pasamos, claro).
Si seguimos con la honestidad, podrán haber subido mucho en el último tiempo, pero aún no son potencia. Y pese a que son rápidos y agresivos en ofensiva, no están a la altura de las individualidades que ahora tenemos, por más que nos amargaran un par de veces jugando clasificatorias en Santiago.
El lugar común será llamar a la cautela, entonces, pero la opción de estar entre los cuatro primeros se afirma ahora no sólo en las capacidades de la escuadra de Borghi, sino también en el aval de la historia, que en este tipo de torneos pesa y mucho.
Para dar apenas un ejemplo, cuatro de los favoritos llegaron apremiados a la última fecha y supieron sacar adelante la tarea con cierta holgura. Brasil, Argentina, Uruguay y –en menor medida- Paraguay ratificaron sus pergaminos cuando la circunstancia lo requería.
Es cierto que la selección de Farías llega invicta, que logró remontar con corazón ante los guaraníes y que a Brasil le hizo un partido muy aplicado, pero las capacidades del equipo chileno han sido, en esta Copa nada más, superiores en la expresión de juego.
La tareas de Borghi, en la urgencia y con clasificación directa son dos: recuperar físicamente a Jorge Valdivia y solucionar los problemas en la banda izquierda, donde la expulsión de Beausejour y el irregular trabajo de Jara abren la posibilidad de cambios.
En ambas alternativas aparece Vidal como opción, abriéndole camino a Carmona –siempre eficiente- en el mediocampo. Si lo ponen como stopper, la opción de Felipe Gutiérrez es nítida. Si va como carrilero, Estrada tendría que ir en la marca de alguno de los delanteros del cuadro llanero, que por esa franja ubica a Johandry Orozco y Salomón Rondón, uno de los salvadores del Málaga de Pellegrini.
Lo bueno, para nosotros, es que Venezuela no se arratona ni se encierra, que apuesta al traslado pulcro. Lo malo es que presionan mucho la salida y fuerzan el error, un vicio que la Roja suele cometer.
La Copa comienza ahora, dicen. Con más margen de ilusión que de pesimismo para un equipo que sólo ha recibido elogios y que aspira, legítimamente, a consolidar su apuesta.