Será una vigilia, al menos, corta.
Chile ganó su grupo, lo hizo de manera invicta, siendo protagonista, fiel a las convicciones de su técnico y como una escuadra siempre entretenida. Lo buscó desde el arranque ante Perú –no se puede decir lo mismo del equipo de Markarián- y aunque el gol cayó de manera fortuita sobre el final, la victoria fue de entera justicia.
Digo que la vigilia será breve porque ahora habrá que esperar la resolución del grupo B, donde la lógica futbolística más pura indica que habrá que enfrentar al Paraguay de Martino y Lucas Barrios, aunque el póker nos puede poner ante dos opciones extremas: Brasil o Venezuela.
Lo más llamativo de la noche en el Malvinas Argentina fue el discurso incendiario de Sergio Markarián en contra de quienes cuestionan su forma de encarar el fútbol, de los arbitrajes y de sus críticos, pero habrá que decir que su pragmatismo dictó anoche un capítulo destacado con un cuadro que apostó lo mínimo y con eso casi le alcanza para lograr su principal objetivo, el empate.
En Chile Carmona pide cancha, Jara sigue dejando dudas y la expulsión de Beausejour abre espacio no sólo para un cambio, sino para un interesante movimiento táctico, que podría llevar a Vidal a la izquierda y a Estrada como stopper por esa banda. Todos movimientos que no lesionan la idea de Borghi de ser constante protagonista.
Una alegría más porque esto no se trata sólo de las opciones futbolísticas, sino del premio social que supone jugar el próximo partido –y eventualmente la semifinal- al otro lado de la cordillera, lo que supondrá nuevos desplazamientos masivos y esa exquisita sensación de que se juega en casa.
Esta selección despierta adhesiones, simpatía y entusiasmo, cuando el tema en la Copa seguirá siendo la convicción para defender o atacar. Como todos dicen, en la suma global de los tres partidos este equipo se perfila como el más sólido, pero eso habrá que ratificarlo ahora, cuando (como dicen todos) comienza de verdad.