Héctor González es el Director de Selecciones de la Federación Mexicana de Fútbol. Tipo serio y compuesto, muy cercano a Televisa y especialista en administración, ha debido hacerse cargo de los mayores escándalos del último tiempo en el Tri, el primer rival de la selección en la Copa América.
Es cierto que acaban de ganar la Copa de Oro, pero azotados por sanciones de índole disciplinaria (los jugadores aztecas se han esmerado en afianzar el vínculo entre festejo futbolístico y prostitución) y dopaje.
Que el pobre de Héctor tuviera que hacerse cargo de todos esos problemas sería apenas una anécdota si no fuera porque es el hermano mayor de Alejandro González Iñarritu, el más célebre de los directores mexicanos de la historia, postulante permanente al Oscar con películas como “Babel”, “Biutiful” y la célebre “Amores perros”.
Si a Héctor le gusta el cine de su pariente, sabrá valorar la capacidad certera para acercarse a la tragedia, al fracaso predestinado, a la consumación total de la desgracia.
Los personajes de ese cine están atrapados por su entorno y sus circunstancias, en una de las obras más potentes a nivel mundial de los últimos años.
Acá en Mendoza, México entrena a puertas cerradas, no desborda optimismo, eluden a la prensa y presentan una escuadra que debió ser joven y talentosa, pero que ahora es joven y aproblemada, cargando sobre su espalda el peso infinito de la redención.
Su técnico, Luis Fernando Tena, como los personajes de González Iñarritu, está desbordado por los hechos, apabullado por la sucesión de dramas. Y, como lo hacen los desamparados, se defiende como puede.
Contra Chile han anunciado que defenderán con cinco (Aguilar, Araujo, Reynoso, Mier y Chávez), pondrán una línea de tres volantes defensivos (Reyes, Enríquez y Aquino) y para la ofensiva contarán solamente con el talentoso Giovanni dos Santos –su hermano es uno de los marginados por festejar con putas en Quito- y Rafael Márquez Lugo.
México estuvo dos veces a punto de ganar la Copa América, donde es un invitado por conveniencia, al igual que en todos los torneos de la Conmebol.
Su mercado es grande, genera muchos recursos y sus dirigentes están siempre emparentados en propósitos con los nuestros. Y esta vez no pretenden, ni con mucho, quedarse con el trofeo.
Pero debutan con nosotros, arrinconados en su propio caos. Y ese es el problema. No hay nada peor que un enemigo sin más salida que su propia redención.