Santiago es lo que hacemos de el. Pujante, moderno y lleno de oportunidades. Caótico, contaminado y muy olvidadizo. Ya sea con la excusa de los terremotos, de la renovación urbana o de pretenciosos proyectos arquitectónicos, Santiago se niega a envejecer dignamente, sin hacer borrón y cuenta nueva. ¿Los argumentos para ello?
La falta de regulación (“no es culpa de nadie, la ley es mala”), la infinita fe en los emprendimientos (“no debemos frenar los proyectos y el crecimiento”), y la buena voluntad y buen juicio de nuestras autoridades, que de patrimonio entienden tanto como de energías renovables, y así estamos.
En un reciente comunicado del 16 de junio, el rector Ennio Vivaldi respondió a su comunidad universitaria por el reclamo de un gran número de estudiantes, profesores y egresados de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas de la Universidad de Chile, por el plan de demolición del viejo edificio de Vicuña Mackenna 20. En el comunicado se anunció orgullosamente que se había llegado a una solución de consenso con el equipo de arquitectos para conservar la fachada del edificio.
Don Ennio, no sea así por favor, piénselo, recorra el edificio usted sólo, e imagine lo que este le permitiría realizar como proyecto, y no al revés, es una oportunidad única.
Deje de densificar culturalmente el centro de Santiago, a solo cuadras del GAM, a la vuelta del Teatro de la Universidad, de Bellavista, de la acomodada Providencia. A la Universidad le sobran terrenos en Santiago donde instalar sus unidades de Extensión. No sea torpe y asesórese mejor.
Si el edificio no se demolió en otros tiempos, mala suerte para su proyecto, hoy eso ya no es aceptable, es de lo más sudaca conservar solo las fachadas. Infórmese por favor sobre las tendencias en la preservación del patrimonio construido, y le aconsejo desoír o al menos contrastar a los arquitectos, que en Chile mantienen nociones muy desactualizadas y reduccionistas de la conservación.
Los edificios no son de los arquitectos, en el sentido de que no son solo lo que ellos creen que son. No son solamente superficies pintadas, carátulas de la idea genial de uno de su gremio. Son cultura material, son memoria, y eso es lo que se pierde brutalmente cuando tiramos todo y dejamos la cáscara. ¿O acaso quisiéramos tener una ciudad que sea solo una maqueta como una escalofriante escena de Hitchcok?
Si un lugar es considerado patrimonial, no lo es sólo porque la ley o los purificadores de la cultura lo digan, sino porque lo es para un grupo humano, aunque nadie se lo haya consultado a dicha comunidad. Por eso no es necesario discutir aquí los valores del edificio en cuestión, ese no es el punto.
Si el rector debió detenerse a dar una respuesta a una presión ciudadana, aceptó entonces que el edificio tiene un valor, solo que no entendió cuáles valores tiene y, en consecuencia, ofreció una pésima respuesta. Quienes se interesen pueden visitar la campaña online en https://www.change.org/p/ennio-vivaldi-conservemos-vicu%C3%B1a-mackenna-20, y hacer una rápida búsqueda por internet simplemente bajo “Vicuña Mackenna 20”.
Se trata con esto de democratizar la Universidad y comenzar a dejar que la comunidad entera tome decisiones. No actuar siempre de manera reactiva frente a las presiones para, finalmente, manejarlas políticamente y volver a decidir en las cúpulas. Eso es a lo que nos tiene acostumbrados nuestra clase política, y de lo que la mayoría está harto. Eso es lo que genera la distancia y la rabia, aparentemente inexplicable, del encapuchado con los bienes y el espacio público.
Demos el ejemplo que todos esperamos de nuestra gran Universidad pública. No creo que deba explicarle al señor rector que una pintura no es una obra bidimensional, pues está compuesta por estratos sin los cuales deja de ser una pintura, y jamás será reemplazable por una fotografía, lo mismo que una holografía no sustituye una escultura, ni los facsímiles a los impresos originales.
Sabemos que en los cambios de uso siempre se pierde algo, pero lo importante es saber, como sociedad, qué queremos conservar. ¿Una fachada? ¿Sólo eso? ¿Cuál es el problema con los viejos y amplios salones? Sí, a primera vista son disfuncionales para los criterios maximizadores de hoy, ¿y qué?
Es necesario considerar también otros valores sociales, como la nostalgia y la vejez, la memoria y el testimonio. Porque Santiago es lo que proyectos como éste hacen de el.