A fines de este año se espera que ingrese al Parlamento el proyecto de ley que creará el ministerio de Cultura y Patrimonio. A propósito de esto, es importante preguntarse hacia donde nos dirigimos con este cambio.
Aunque la instauración del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, CNCA, dejó pendientes temas importantes para la institucionalidad cultural como la coordinación entre las organizaciones públicas con fines culturales y las facultades de su máxima autoridad, es una entidad única en su tipo ya que integra a la sociedad civil en la toma de decisiones.
El Estado chileno, desde sus inicios, ha confiado en los órganos colegiados para tomar las decisiones de política cultural. La existencia del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), el Consejo Nacional del Libro y la Lectura (CNLL), el Consejo de Fomento de la Música Nacional (CFMN), el Consejo de las Artes y la Industria Audiovisual (CAIA), el Comité de Donaciones Culturales y la Comisión Nemesio Antúnez, son una muestra de esta apuesta por la participación.
Tras estas opciones, me atrevo a afirmar, está el convencimiento que la cultura debe obedecer a una política de Estado y no depender de los designios del gobierno de turno.Un grupo de personas representativas de distintos ámbitos del sector, elegidas por su trayectoria e idoneidad técnica, posibilitan, si es que no aseguran, una toma de decisión acorde con los intereses del sector y la ciudadanía.
Sin duda, es necesario avanzar en el fortalecimiento de nuestra institucionalidad, pero la pérdida de las facultades entregadas a la sociedad civil – que propone la indicación sustitutiva presentada por la ministra de Cultura- es inaceptable y constituiría un retroceso a contracorriente de lo que hoy demanda la ciudadanía. De hecho uno de los resultados destacables de la consulta ciudadana que realizó el CNCA en el mes de abril fue justamente una participación más horizontal y vinculante en la toma de decisiones.
Por lo demás, la presidenta Michelle Bachelet ha resaltado ampliamente la importancia de avanzar hacia una participación más amplia de la “ciudadanía que ha decidido participar y ser protagonista de la construcción de nuestro país” como indica en su programa de gobierno.
El filólogo y estudioso de la cultura tradicional chilena, Fidel Sepúlveda Llanos en su libro “Patrimonio, Identidad, Tradición y Creatividad” concebía así la relación entre participación y cultura.
“Es preciso relacionar la cultura con el proceso global de nuestra sociedad, lo cual requiere pensar el desarrollo desde la cultura; la cultura desde la identidad; la identidad desde la participación y la participación desde la pertenencia y la creatividad”.
Pensamos que este concepto integrador está en el centro de la reflexión que necesita nuestra sociedad y ¿qué mejor entidad para impulsar esta reflexión y acción que un ministerio de la Cultura?
Aunque la indicación sustitutiva presentada por el gobierno, mantiene los órganos colegiados e incluso amplía la cantidad de sus miembros, le quita el carácter vinculante a sus decisiones, es decir, convierte a este grupo de representantes de la sociedad civil en grupos consultivos, a los que el ministro deberá escuchar pero no necesariamente considerar.
Convocamos al gobierno y a los parlamentarios a encontrar el camino para que el proyecto de ley sea un avance y no una pérdida irremediable en participación.