“3.096 Días” es el título del film que recrea con descarnada precisión el cautiverio de Natascha Kampusch. La niña austriaca que permaneció más de ocho años secuestrada, entre los 10 y los 18 años, desde marzo de 1998 hasta su huida en agosto del 2006.
Su drama estremeció a la sociedad del país alpino y al mundo. Al mes de su liberación dio una primera entrevista televisiva, convirtiéndose en el programa más visto en la TV de Austria y de los más vendidos a redes televisivas planetarias. Más tarde, escribió su autobiografía.
En esta última se basa el guión de un film extraordinariamente arriesgado. Es que casi la totalidad de los 111 minutos del film transcurren en la locación del cautiverio de Natascha. En un sótano a 2.5 metros de profundidad, de 5 metros cuadrados y 2.37 metros de alto, que su captor construyó en solitario, en su propia casa, durante un año antes del secuestro, luego que la inocente Natascha lo cautivara con una sonrisa en una pastelería.
De tal locura nos enteramos en uno de los diálogos más intensos del film, una noche en que el captor le dice a Natasha, cuando ha cumplido 18 años, que lo de ellos es un matrimonio. Es lo más parecido a una escena de amor.
El resto es la banalidad del mal y la violencia, el afecto y el miedo, regalos de libros, vestidos y un walkman en las celebraciones de navidad, más las reiteradas visitas de la mamá y la abuela de él, a tomar té e interpelarlo acerca de cuándo tendría una novia, mientras en el sótano leía Natascha.
Brutales son las escenas en que remodelan y alhajan juntos el sótano y el dormitorio del adulto joven que es el hombre, luego de ir los dos de compras a un Shopping de Viena. Pos la primera menstruación de Natascha, como un hombre y una mujer, algunas noches ambos se retiran al dormitorio a dormir abrazados en posición fetal, presos por una soga de plástico que sujeta firme la muñeca de cada uno.
Pese al riesgo de tal atmósfera, asfixiante en lo espacial y emocional, el film se sostiene y atrapa al ritmo de una áspera experiencia vital, tan difícil de narrar como de comprender.
En los minutos finales, Natascha huye, aprovechando un descuido de su propietario (así se autodefinía el captor), cuando ambos lavaban la misma camioneta blanca en la que había sido secuestrada.
El hombre, desesperado en su demencia, al rato cumple una promesa suicida y entrega su cuerpo a la fuerza arrasadora de un tren. Al final del film, otra vez junto a su madre, Natascha en off reflexiona: “sabía que uno de los dos no sobreviviría, fui yo quien sobrevivió”.
Esos años para ella no hubo vida, solo una dramática sobrevivencia junto a su captor, un hombre joven y enfermo, que a la vez fue su padre, su educador, su amante, su miedo y su propietario.
En una entrevista de prensa, al evocar aquel tiempo amargo y confuso, Natascha confesaba que una vez salió corriendo por la puerta del jardín… pero fue como en el caso de esa gente que no puede abandonar su casa, aunque la puerta esté abierta. A mí me entró vértigo, no pude ver nada más, y volví de forma tan desapercibida como fue posible, para que él no se diera cuenta de nada.
Otra de sus angustias era preguntarse qué ocurriría si su secuestrador no volviera más: si un accidente o un infarto al corazón y yo no saldría nunca de aquel lugar.
3.096 es un film alemán estrenado en marzo del 2013. La directora es Sherry Horman.