El libro de Adrián Torres El concepto de amistad en Cicerón es fácil de leer, nos acerca a la filosofía y trata de la anhelada pero esquiva amistad. Tres buenas razones para leerlo. Agrego tres más: exhorta a la amistad en tiempos de utilitarismo, redes virtuales y política agonal que no se llevan nada de bien, aunque digan otra cosa.
En esta obra se nos recuerda que la filosofía, en palabras de Epicuro, “es una actividad que, mediante discursos y razonamientos, nos procura la vida feliz”. De lo que se trata es de buscar esa verdad que nos enseña el bien vivir y el buen morir.
Y , además, reivindica la amistad en medio de nuestra modernidad capitalista, cosa nada fácil de hacer, recordando que ella es aquel lazo de benevolencia y afecto que une a los que comparten las mismas cosas divinas y humanas.
Se trata de amor benevolente, es decir, de buena querencia, de querer el bien del amigo, por el solo hecho de serlo. A los amigos se les ama como cuerpo cierto, tal como son, en las buenas y en las malas, sobre todo en estas últimas. Los queremos no porque sean especialmente buenos, inteligentes o bellos. Los queremos porque son nuestros amigos. Los amigos son fieles, íntegros, iguales de ánimo, desprendidos y constantes.
Cicerón nos exhorta perentoriamente a los conciudadanos a anteponer la amistad a toda cosa humana. ¿Simple ilusión en tiempos en que nos gobierna la economía, llamada ciencia lúgubre?
Es bien sombrío y lóbrego el creer que los seres humanos somos seres fríos que calculamos el máximo de beneficio con el mínimo esfuerzo y que debemos competir por bienes en un contexto de escasez.
Pues bien, Adrián Torres, con este texto, nos recordaría que Adam Smith, Karl Marx, J.M.Keynes y Frederich Von Hayeck, fueron todos filósofos, lo que nos debiera llamar a lo menos a meditar acerca de la economía que hoy nos rige. Esta es una ciencia humana llamada a ser humanista, como lo quisieron sus padres.
Pero también, el libro reivindica la amistad no sólo en tiempos de racionalidad instrumental y de modernidad capitalista. Lo hace además en tiempos de Facebook.
Como nos lo enseña Cicerón la amistad a lo menos supone comunicación y afecto. Si la reducimos a la comunicación y ésta a la información, lo cierto es que las llamadas “autopistas de la información” traicionan su propósito.
En efecto, según el sociólogo Zygmunt Bauman, toda autopista llama a ser usada por rápidos vehículos, que al incrementarse en su número, la abarrotan, atentando contra su promesa original. Internet nos puede ofrecer mucha información, pero jamás garantizar lo que nos promete: la atención humana.
Es tal la saturación que produce tamaña cantidad de información que se aplica una verdadera ley de Gresham según la cual “la moneda mala desplaza a la buena”, la información más breve, superficial y simple es la que vence. Es el reino del tuit –140 caracteres- y la muerte de la información profunda.
Las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones fallan en facilitar la comunicación, quizás acierta en ofrecernos una pasmosa facilidad para establecer contactos humanos, ¿pero nos provee de comunidad?
Pues eso es lo que nos dice su propaganda: únase a la comunidad tal y cual. Y si ella lo agota, pues desvincúlese con un delete. Así se consuma el sueño del Don Juan, amante de intensa relación y rápida resolución. Autonomía individual y pertenencia comunitaria sin costo ni para la libertad individual ni para el bien común. ¿Es cierto esto?
Bauman cree que no. “Los usuarios de Facebook se jactan de hacer quinientos “amigos” en un día: más de los que he logrado hacer yo en 85 años de vida”. Sabemos que esos no son amigos. La amistad o perdura o no lo es. Epicteto nos enseñó que “el infortunio pone a prueba a los amigos y descubre a los enemigos”. ¿Qué clase de amigos son esos que tan pronto como llegan se van y cuando los necesitamos ni siquiera responden en el muro: “yo estoy aquí”?
Por otro lado, esta obra nos propone una última proeza que apenas insinúa: reivindicar la amistad en la política. Las palabras preliminares de su autor son estas: “¿Cómo no añorar aquellos tiempos en que el valor de la palabra, el sentido de lo cívico, el reconocimiento de la virtud como un bien deseable, especialmente en hombres o mujeres que detentan altas magistraturas en labores públicas?”
Las palabras finales son estas otras: “¿No resulta sintomático, acaso, el hecho de que los elementos constitutivos de la amistad, la benevolencia y la virtud sean condiciones de hombres sabios, siempre ligados a una actuación pública y, por ende, de servicio a la comunidad?”
Cicerón se remite a la vieja enseñanza aristotélica de la amistad cívica. El estagirita le enseñó a su hijo Nicómaco que… “y cuando los hombres son amigos, ninguna necesidad hay de justicia, mientras que aun siendo justos necesitan además de la amistad, y parece que son los justos los que son más capaces de amistad”.
Adrián lo sabe porque lo vivió. Sin amigos, la política se convierte en el más despiadado juego del poder. Por el contrario, todo parece posible cuando se cuenta con amigos en la noble faena en pos de un mundo mejor.
Compañeros son los cum panis, los que comparten el pan. Los camaradas, más aún, comparten, la cámara, la comida y sí, la cama. Amigos son dos caminando juntos. Compartiendo lo público y lo privado.
Quien ha participado en política sabe cómo ella es capaz de unir en las derrotas y en los triunfos; en las alegrías y en las tristezas en la tarea de la construcción del hogar público. Sin embargo, muchas veces el poder y/o el dinero hacen saltar por los aires bellas amistades. Los que resisten ante el dinero son débiles ante los honores.
La traición existe entre los amigos, pero, sin amigos la política se hace feroz, brutal, breve.
Hannah Arendt, filósofa judía norteamericana que luchó contra los totalitarismos nazi y soviético, escribió, “para la acción se necesita de amigos, no se puede actuar en solitario. Para gobernar es necesario dominarse a sí mismo, granjearse amigos y tener compañeros de gobierno”.
Entonces, por colaborar en la tarea de hacer de Chile una comunidad de amigos y no de enemigos enfrentados, las reflexiones del libro El concepto de amistad en Cicerón. ¿Un Ideal Que Hemos Perdido? no son sólo recomendadas, son necesarias en estos tiempos de utilitarismo, redes virtuales y política agonal.
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