En un ambiente enrarecido por publicaciones cruzadas respecto a la gestión de la ministra de Cultura -se ha exagerado hasta hablar de “guerra”- , una antigua y obvia idea de programar, en el Teatro Municipal, música chilena para celebrar ¡…la Independencia de Chile! podría dar luces respecto a cómo enfrentar el tema de la cultura en tiempos de búsqueda y por ende, de discrepancias.
El Directorio del Teatro, renovado con la llegada de la Alcaldesa Carolina Tohá, está discutiendo presentar, para la Gala del 18 de septiembre, entre otras opciones, al exitoso ballet Treinta y tres horas bar, estrenado en 2008 con notable resultado y novedosa gráfica: la estética en la literatura, de Bolaño más que Isabel Allende; de Bruna Truffa y Soledad Espinosa, en la plástica, más que Bravo; más de amanecerse que de after office. Es la estética desde los cerros más que de los subterráneos.
Más “bombardero de La Reina” que “chino” Ríos. Más Kramer que Ché Copete, más Buenos Aires que Miami. En definitiva, una identidad que se ha ido apoderando de nuestras miradas a partir de ese arco iris que amaneció un 5 de octubre y que ha debido imponerse pausadamente, generación tras generación, con avances y retrocesos pero que tiene una solidez tal, que cuando se presenta en el Teatro Municipal cambia todo. Si hasta las frágiles piernas de las bailarinas del Ballet de Santiago parecen asemejarse a las sólidas y breves extremidades de las bataclanas de un fallecido American Bar.
La idea de incorporar a creadores nacionales a la tradicional Gala patriótica en la que se invoca a los dioses de las artes después de aquellos del cielo, en el Tedeum de la Catedral y de la guerra -en la elipse del Parque O’Higgins- , no debiera llamar a escándalo.
Se celebra a Chile y son pastores ecuménicos chilenos quienes presiden la ceremonia de acción de gracias en la que se ruega por habitantes de este territorio y son glorias del ejército chileno las que provocan desfiles y parrilladas en el parque.
¿Por qué entonces cuando se invoca a las artes no se debe recurrir a admirables creadores nacidos en Chile?
Sin embargo, esta renovación no debiera considerar un cambio de formato, ni de fecha ni de simbolismo. Hay una historia que lo avala.
Lo mismo debiera aplicarse en la situación a afecta al mundo cultural. La Ministra, con mayor o menor destreza dialogante o dotes comunicativas que sus antecesores y antecesora, está empeñada en introducir otros actores en el debate. Pueblos indígenas, regiones antes no suficientemente consideradas, audiencias no beneficiadas y nuevos actores sociales en general.
Está muy bien, pero ello debe considerar también a los actores tradicionales e indispensables del desarrollo cultural. El viejo dicho de no desvestir a un santo para vestir otro, aparece como pertinente.
El preocuparse de una Consulta Indígena debe considerar también escuchar a los artistas o a los gestores que sostienen cotidianamente la flota cultural chilena.
La necesidad de incorporar nuevas miradas, generaciones y personas, no puede impedir que permanezcan las visiones, miradas y experiencias de quienes han desarrollado una institucionalidad que, mal que mal, ha funcionado y tiene aspectos pendientes de los cuales obviamente quienes los conocen pueden hacer un aporte.
Lo programático, las metas y los aterradores cien días no pueden evitar que cuestiones tan relevantes como la crisis del Consejo de Monumentos o la segunda etapa del GAM ocupen lugares menores en la agenda ministerial.
Se ha destacado poco, por las páginas del propio CNCA, que el mundo del libro ha emprendido un camino abarcador de nuevas miradas y antiguas experiencias sin tropiezos y con promisorios pronósticos.
No en vano es el sector más antiguo en cuanto a legislación cultural y más reciente en tanto conflictos internos. Pero, una milimétrica y certera intervención del Consejo del Libro y la Lectura ha logrado ordenar tanto su principal feria como el camino para actualizar su ley de 1993 y sus políticas para el sector.
Lo que demuestra que la poco original combinación de continuidad y cambio rinde frutos cuando lo importante es avanzar con todos.
Es lo que debiera ocurrir cuando, ojalá, creaciones chilenas estremezcan a quienes celebrarán un nuevo aniversario de nuestra Independencia, la hermosa lámpara del Municipal permanezca en su digno lugar y nuestras autoridades democráticas, en el palco de honor.