La determinación del Director del Museo Histórico Nacional, elegido por concurso de Alta Dirección Pública, de llamar a la participación ciudadana -tan de acuerdo con la historia que vivimos hoy como sociedad- para elaborar un nuevo guion para el museo ha despertado aplausos, curiosidad y fuertes reacciones en contra. Se ha llegado a plantear que el relato en proceso, atentaría contra la presencia en nuestra historia de la “monarquía hispánica”, en beneficio de los pueblos originarios.
De ser así, no se cumpliría más que con un acto de justicia. Cuando los conquistadores llegaron a este territorio que se llamaría Chile, ellos ya estaban. Cuando sus tercios fueron expulsados, con la heroica colaboración del general José de San Martín, los indígenas permanecieron. Por simple magnitud temporal, los pueblos pre hispánicos merecen más espacio en nuestra historia, en especial aquellos que sobreviven y buscan integrarse al Chile del siglo XXI, esta vez con creciente simpatía ciudadana.
Tampoco es novedosa la forma de elaborar el guión. Hace pocos años, el Museo de Historia Natural de Concepción, sometió al escrutinio popular tres opciones diferentes de museología, que habían sido elaboradas por especialistas con el apoyo de la recordada Fundación Andes. El Estado de Chile, a través de la Comisión Presidencial de Infraestructura Cultural, no hizo más que apoyar con recursos la instalación de la museología preferida por los futuros usuarios del museo.
El propio Museo Histórico Nacional nació de las donaciones que la población hizo, en 1910, ante la convocatoria oficial de la comisión que celebraba los primeros cien años de la independencia de la República para la Exposición Histórica del Centenario.
Es decir, su guión estuvo fuertemente influenciado por lo que los habitantes estimaron digno de ser exhibido. Sin duda, muchas de las piezas donadas -armas, condecoraciones, estandartes, insignias- provenían de familias de soldados chilenos que combatieron a esa misma monarquía hoy supuestamente amenazada.
Por tanto, no cabe llamar a rebato por este gesto modernizador del Museo, que debiera ponerlo a la altura de otros como el Nacional de Historia Natural, recientemente reinaugurado luego de sufrir los avatares del sismo del 27/F, o del Museo Pre Colombino, que renueva y amplía afanosamente su local.
Dimensionando voces como la del historiador Sergio Villalobos que cree “de temer que se exagere la importancia de las culturas autóctonas, cuya presencia ha sido muy débil en el trayecto del país, en que la cultura dominante ha conformado de manera unitaria el ser nacional”.
Peligrosa afirmación que da por sentado que aquello que hemos conocido como cultura dominante, lo es por aceptación de la ciudadanía y no por imposición de las élites; situación que es afortunadamente desmentida por muchos, entre otros, el reciente debate en la Cámara de Diputados, a propósito del eventual Ministerio de la Cultura, en el que crece la convicción de que deberíamos avanzar a reconocernos como una sociedad multicultural y por ende, con un Estado que trate con los diferentes pueblos que nos conforman -por origen, inmigración o conquista- con una institucionalidad de las Culturas.
Lo lógico sería que nuestro Museo Nacional llegue a ser un reflejo de lo mismo, sobre todo si se ha planteado incorporar a la DIBAM, actual responsable de dicho Museo, a ese Ministerio.
El debate recién comienza y el guión redacta su primer borrador.