Hace casi un año escribí una nota sobre la feria Pulsar, expresando mi grata sorpresa con la performance en vivo de varios artistas. Este año volví por más y fui los tres días que duró, pero mi balance no es tan entusiasta como el 2011.
Si bien creo que Pulsar se ha instalado como un espacio interesante, dinámico y variado, pienso que ha descuidado lo más importante, el sonido.
La querida Estación Mapocho es un hermoso edificio útil a gran cantidad de fines culturales en Santiago, pero definitivamente para la música está lejos de ser adecuado, y menos si se van a fuentes sonoras simultáneas.
El escenario principal de Pulsar, instalado obviamente en la nave central, donde este año tocaron entre otros, Pánico, Chico Trujillo, Inti Illimani, Los Tetas, Saiko, De Saloon, es por lejos el que peor suena. No hay line arrays, sub bajos, pantallas led ni grúas para las cámaras, que puedan solucionar el reverberar de la Estación, apenas entendibles a pocos metros del escenario, pues a más de 30 metros de distancia, la bola acústica era indescifrable.
Por otra parte la Sala de las Artes en el subterráneo tampoco es ninguna panacea acústica, pero vaya y pase. Allí me sorprendí con el lleno total durante la presentación de Astro, de quienes casi ignoraba su existencia hasta hace pocas semanas, y que ahora me vengo a enterar que son todo un suceso en el rock nacional, seguidos por hordas de adolescentes o jóvenes con ganas de seguir siéndolo, pero por sobre todo con mucha onda, todo el mundo con “muchísima onda”.
Astro como banda me pareció muy sólida, pero lamentablemente no así la voz de su vocalista, pues la impostación aguda de la voz requiere de una gran precisión tonal, que me pareció que no es el caso, o no al menos ayer.
Creo que un gran acierto fue la instalación del escenario siúticamente llamado “Terraza Casamar” (sin comentarios), ubicado al borde de la estación, junto al río.
Como todo sonidista sabe, la mejor acústica es la del espacio abierto, y por lo tanto fue allí donde escuché los sonidos más balanceados de toda la Feria. Por ejemplo, una grata sorpresa para mí fueron Los Pata’e cumbia, que con una gran entrega musical y física, animaron hasta al menos cumbianchero de los bebedores de las tibias cervezas que vendía el bar de la terraza.
En el mismo escenario esperé ansioso volver a ver en vivo a La Banda del Capitán Corneta, quienes hace 20 años sacaron Perros Días, uno de los mejores discos que ha dado Chile en toda su historia musical, de entre todos los géneros y estilos.
Supongo que mi alta expectativa aumentó mi frustración, al encontrarme con una sombra de lo que era la maravillosa formación de los Corneta en los noventa. Es verdad que Pancho Rojas mantiene bien su voz blusera, pero en la guitarra está demasiado lejos de aquel dúo de Pedro y Mauricio Rodríguez que tocaban como si fueran un sólo ser. Es cierto que su hermano en batería y Arriagada el bajo forman una base sólida, pero el aporte de la actual tecladista, no se escuchó. Después de tres blues mayores y muy convencionales los que sinceramente no pude aplaudir, tuvieron el buen tino de seguir con el repertorio antiguo y tocar “Elena”, “Duros días” y “Sarna”, y recordarnos algo de porqué están en el panteón de la música chilena.
El gran valor que rescato de Pulsar es su continuidad. Se nota un trabajo coordinado en cumplir los horarios, incluso a veces en contra del entusiasmo de los fans que pedían otra y otra, pero no, todos los conciertos en todos los escenarios eran de 30 minutos, lo cual hacía muy entretenido pues se podía transitar de un escenario a otro pasando por proyectos completamente distintos.
Sin embargo esos pequeños escenarios “isla” en el medio de la Estación realmente creo que deben eliminarlos si piensan hacer la versión 2013 en el mismo lugar. Esa pobre gente que debe tocar en ellos, simplemente va a sufrir, no se escucha ni aprecia absolutamente nada.
Otra más para los organizadores, no se les pueden terminar las entradas el último día. No pueden tenerse tan poca fe. El domingo por la tarde ya nadie podía entrar pues no quedaban entradas; sin embargo, la Estación estaba lejísimos de estar llena. Un total despropósito.
Respecto de los stands me parece que se debe destacar el esfuerzo de los sellos independientes por visibilizarse y mostrar a sus artistas. Me sorprende la cantidad de sellos y su variedad, pero lo que no me queda claro es qué es lo que buscan, y si acaso buscan algo. ¿Cuál es el trabajo de un sello musical hoy en día? ¿Qué ofrecen a los proyectos musicales y al público?
Lo que me parece nuevamente imperdonable, como todos los años, es la fiebre primaveral por hacer todo en la misma fecha, todo bien junto, bien estresado, todo a fin de año. La agenda cultural de Chile de octubre en adelante es simplemente insufrible.
El mismo sábado 17 de noviembre era la cumbre del rock en Cerrillos. ¿En qué cabeza puede concebirse que dos eventos de tal envergadura coincidan y compitan? Veremos cuánto dura la fiebre por la música chilena, tal vez una semana, hasta el próximo domingo en que se celebre el día de la música nacional.
Porque la verdad sea dicha, esto es algo así como nuestro “paren de venir” que cantaba The Sacados a la enfervorizada Argentina de Menen y su 1 a 1. Ahora es nuestro turno, todos vienen a llenar el pote, en este escenario de mercado, sin subvenciones ni circo gratis, ¿son estas celebraciones por la música significativas o simples olas en la juguera encendida?
Recordemos que a comienzos de los noventa también hubo un boom de nuestra música (Los Tres, Lucibell, Capitán Corneta, Los Tetas, Los Chancho, Saiko, Los Miserables, La Pozze Latina, y decenas más), pocos años después todos los sellos multinacionales en Chile cerraban su producción nacional.
Vuelvo entonces a preguntar cuál es exactamente el trabajo de los sellos musicales actuales. ¿Dónde estaba durante la Feria, Radio Uno y todo su discurso por la música chilena? ¿Qué esperamos como sociedad del entusiasmo actual por la música chilena y su producción artística en general?