Seguramente muchos se preguntarán por qué un profesor de antropología se entromete en la tierra sagrada del fútbol. Mi respuesta inmediata es que este deporte dejó hace mucho de ser exclusividad de comentaristas deportivos, para transformarse en una expresión cultural distintiva de nuestra época. Sería la única manera de explicar por qué jóvenes de zonas rurales, con trabajos esporádicos mal pagados y sin seguridad social, lucen orgullosos una camiseta del Inter y esperan como si fuese propio el duelo del Barca con el Madrid.
A esto agreguemos un dato de la causa. No seríamos los únicos entrometidos, ya que este deporte nacido en territorios obreros de Gran Bretaña, como el deporte por excelencia de la clase proletaria (para distinguirse del polo o tenis) ha sido coaptado por grandes empresarios, que muy poco saben de fútbol y no tienen ninguna identidad con el club que dirigen, sin otro afán que el lucro.
Sí, el mismo concepto denostado por el movimiento estudiantil, pero que en los Campos Elíseos del fútbol parece totalmente legitimado por todo el medio, salvo algunos apasionados hinchas que se expresan con virulencia ante malos resultados deportivos de las regencias privadas.
¿A qué se debe esta esquizofrenia social? ¿Por qué según una encuesta CEP casi el 70% de los chilenos rechaza el lucro en educación, mientras los hinchas de Universidad de Chile celebraron frenéticamente el campeonato obtenido por una sociedad anónima que arrebató el club de manos de sus legítimos dueños? ¿Es éste un triunfo de la principal universidad pública del país?
Sólo bastó mirar las imágenes de celebración, para darnos cuenta que en las fotos en primeros planos no estaba el Rector ni los dirigentes de la FECH, sino altos directivos de la Universidad del Desarrollo, y propietarios de grandes consorcios empresariales
¿Qué tienen que ver ellos con la Universidad de Chile? ¿No son esos valores a los que estudiantes y académicos de la Casa de Bello se oponen terminantemente?
¿Qué tienen que ver los actuales propietarios de la “U” con los valores de la educación pública que debe representar el club universitario?
Y, por ningún motivo, reclamo para que la “U” sea un club de universitarios. Muy por el contrario, celebro su expansión a sectores populares, ya que es parte de lo que Jurgen Habermas llama la “esfera pública”, un espacio de dimensiones simbólicas (propio de los análisis antropológicos) que supera el ámbito legal de la propiedad para enfocarse en la construcción de procesos identitarios.
De esta manera, quien quiera que fuese, es bienvenido a los valores del ethos público: democracia, igualdad, diversidad, tolerancia, solidaridad, calidad humana; algunos de los valores que debieran inspirar a estudiantes y seguidores de la Universidad de Chile y amantes del fútbol por igual.
Sin embargo, el actual campeón chileno y sudamericano, dista mucho de representar esos valores como institución y lo vemos enfrascado en disputas empresariales y cálculos financieros, mientras sus alumnos luchan por financiamiento público para la Universidad y sus alumnos más vulnerables.
Por eso sorprende esta dicotomía que asumen incluso los sectores políticos de nuestro país. Hace un tiempo, una connotada senadora de la República criticaba con justa razón el escuálido presupuesto del gobierno para con las universidades estatales, sin embargo se regocijaba del campeonato de la “U” ¿Es que acaso los valores públicos son sólo atingentes al campo de la educación? ¿El deporte no es una acción tan formativa como el aprendizaje de aula? No deja de llamar la atención esta esquizofrenia ideológica de nuestros políticos, sólo explicable en sus propias debilidades doctrinarias a la hora de defender los “asuntos públicos”.
¿Cómo explicar estos sin sentidos de la política pública? Hay una explicación superficial, las sociedades anónimas le darían transparencia al fútbol chileno. Pero después de la escandalosa elección de la ANFP del 2010, que culminó con la salida de Bielsa de la selección nacional por obra y gracia de las sociedades anónimas, ¿alguien podría sostener que los representantes de las regencias privadas le han otorgado mayor transparencia al fútbol chileno?
Lo mismo se podría decir a nivel internacional ¿el fútbol italiano es más transparente por estar dominado por lógicas privadas?
Y en el punto contrario Pumas de la UNAM en México ¿es menos transparente que América de Televisa por estar regido mediante una Fundación Universitaria? Por supuesto que no, y esto de ninguna manera resiente el inmenso apoyo popular que tiene dicho club del Distrito Federal.
Por eso, la respuesta hay que buscarla en la profundidad ideológica. Hasta el momento que emerge toda la clase dirigente de nuestro país, compartía la convicción de que lo privado era más eficiente que lo público, por eso no es de extrañar que la quiebra de la Universidad de Chile fuera solicitada por un organismo público, la Tesorería General de la República en el año 2006, sin mediar tratativas de un acuerdo, como el solicitado por la Corporación Deportiva. ¿Por qué tanto apuro en declarar su quiebra?.
Quizás haya tenido razón el Dr. Orozco, quien hasta el día de hoy reclama la debilidad de las autoridades de la Casa de Bello en defender su club, y de impedir que cayera en manos empresariales, que hoy lucen victoriosos sepultando los valores universitarios.
Y no se diga es el típico intento chaquetero de los chilenos. Por el contrario, defiendo los valores culturales universitarios y del deporte, en donde la identidad de un símbolo nos diga algo, y no una simple estrella alcanzada por el poder del dinero.
Hablo de esa U que esperó 25 años por un título sin quebrantar su pasión, aquella que no se basa en triunfos, sino en epopeyas simbólicas. Para ello se requiere convicción profunda, evitando la victoria fácil, para encender los corazones, y volver a creer que el fútbol es “amor a la camiseta”. Y no es un asunto melancólico.
Al contrario, es un llamado de futuro, tal vez con la escondida esperanza que sean los líderes universitarios que exijan con fuerza la Universidad de Chile para la Universidad de Chile.
Algo tan simple como representémonos a nosotros mismos, llevamos nuestro mensaje de transformación a través del fútbol porque es una memoria colectiva que no se puede perder, por eso hasta que la Universidad no sea nuevamente propietaria de su propio club, mejor sería no entonar el himno que suena tan desafinado en la oficinas de la Universidad del Desarrollo o en la bolsa de valores.
De este modo, y parafraseando a un gran relator deportivo, “a sentarse románticos viajeros” todavía no es tiempo de celebrar hasta que veamos estas copas en la propia Universidad de Chile.
Porque representa valores que pueden ser compartidos por una gran mayoría, ya sea un académico, un trabajador, una pobladora, son todos bienvenidos a compartir el valor de lo público, quizás así volvamos a hacer del fútbol un “lugar común” inspirados en la idea del antropólogo Marc Augé: un espacio histórico, relacional e identitario.