Las declaraciones de Cristián Boza, ex Decano de la Facultad de Arquitectura y Arte de la Universidad San Sebastián, sobre sus propios alumnos en dicha Universidad, han despertado con justa razón una ola de protestas en diferentes sectores.
El fondo del asunto es que el arquitecto Boza ha explicado el bajo nivel que tendrían estos alumnos por consideraciones de clase social: correspondiendo ellos a los niveles C2 y C3, es decir, no a los sectores de más altos ingresos en Chile (A, B y C1), no tendrían cultura ni sofisticación.
Los planes de estudio que él había preparado para ellos, estarían entonces por encima de las posibilidades de comprensión y valoración de estos frustrados aspirantes a arquitecto, pertenecientes, según él, a “sectores vulnerables” como pueden ser, por ejemplo, los hijos de camioneros.
Estas barbaridades no llamarían mayormente la atención si no tuvieran como presupuesto un montón de juicios y prejuicios que es importante poner en claro.
En primer lugar, hay en esto una valoración de su propia Universidad, que por dirigirse hacia la formación de gente de clase media baja, no podría entregar una formación demasiado sofisticada. Lo que correspondería entonces, sería bajar el nivel de exigencias y adaptarlas al nivel que corresponde a su población estudiantil.
El señor Boza ha hecho un mea culpa en este sentido, declarando con honestidad que el error de pretender elevar el nivel de estudios fue nada más que suyo. La Universidad San Sebastián sería un centro que no podría aspirar a salir de la mediocridad que le imponen sus alumnos, por provenir éstos de sectores demasiado pobres: la distancia entre el nivel intelectual de los profesores (en primer lugar de él mismo) y del estudiantado sería imposible de superar. Interesante juicio de un Decano acerca de los límites de la enseñanza de la cual él es responsable. Ésta está condenada a no sobrepasar la medianía.
En segundo lugar, hay también aquí un juicio sobre la relación entre sofisticación y clase social. Los pobres son tontos y burdos, en cambio solo entre los ricos está la inteligencia y la sofisticación.
Para alcanzar un nivel cultural que corresponda a los deseos del señor Boza pareciera indispensable entonces lograr ascender en la escala socioeconómica. De esto podría extraerse una curiosa consecuencia: mientras las universidades se mantengan tratando de educar a los sectores de bajos ingresos, no lograremos jamás alcanzar un grado adecuado de sofisticación.
Deberíamos entonces tener universidades de clase alta, con lo cual nos aseguraríamos de que se cumplan los más altos resultados a que pudiéramos aspirar.
Lamentablemente este señor no nos explica muy claramente lo que entiende por “sofisticación”.
En su carta expiatoria va a buscar los orígenes de ella en la Grecia Antigua, pero no se ve la relación que tenga esta procedencia con las clases sociales chilenas.Seguramente la aclaración es demasiado sofisticada para nosotros.
En todo caso, a través de los datos que nos entrega la historia de la cultura chilena, hay varios personajes, todos ellos provenientes de los sectores C2 y C3, que no serían sofisticados.
Siento mucho defraudar a quienes pensaban lo contrario, pero debo declarar que lamentablemente Gabriela Mistral sin duda posible no era sofisticada. No estudió para maestra, ya que como le ocurre a los que no son sofisticados no tenía dinero para ello, y solo en 1910 convalidó sus conocimientos ante la Escuela Normal N° 1, en ese entonces uno de los centros de enseñanza menos sofisticados de Santiago, obteniendo de ese modo el título oficial de Profesora de Estado, con lo que pudo ejercer la docencia en el nivel secundario (ni siquiera accedió al nivel universitario).
En Pablo Neruda el asunto es bastante claro: como hijo de un ferroviario, cuya función es claramente asimilable a la de un camionero, se trata indudablemente de un no sofisticado.
En el caso de Nicanor Parra el problema de la falta de sofisticación alcanza niveles extremos, como él mismo se ha encargado de aclararlo. Recordemos el final de su poema “Moscas en la mierda”:
“¿Han visto moscas alguna vez en la mierda?
Porque yo nací y me crié con las moscas
En una casa rodeada de mierda”.
¿Hay una manera menos sofisticada de declarar que uno no es sofisticado?
Nos queda Huidobro, que sí era sofisticado, aunque como probablemente lo lamente el arquitecto, pecó de entusiasmarse demasiado con la causa de los no sofisticados.
Si utilizamos la palabra dejando a un lado las connotaciones clasistas que tiene ella para Boza, resulta que sus declaraciones son bastante poco sofisticadas.
Se trata de una burda demostración más de esa ceguera que cada cierto tiempo manifiestan ciertos representantes de las clases altas chilenas.
Ya lo vimos con Ximena Ossandón y su sueldo “reguleque” o con el tema de las nanas. Se trata siempre de lo mismo: de personas que viven enclaustradas en su clase sin la menor comprensión del mundo real que los rodea, e incapaces de pensar que hay otros seres humanos que pueden tener valores que no son los de ellos.
Gente soberbia, que solo aprendió a autoafirmar lo propio y ciegos de la verdadera vida, donde conviven diferentes clases y, por lo tanto, diferentes sabidurías, culturas y sofisticaciones. Menos mal que esta forma de barbarie ha ido reculando y cada vez que muestra la nariz son miles los que elevan la voz para defender una vez más la igualdad y el respeto entre los seres humanos.
El señor Boza debiera comprender que la riqueza es una condición, no un mérito, y además, como queda demostrado, que ir a Edimburgo no garantiza ni inteligencia, ni discreción, ni sofisticación.