Hoy, a los 92 años nos deja ese muchacho eterno y formidable llamado Tonino Guerra.Uno de los grandes guionistas del cine italiano y mundial, autor de guiones tan memorables como los de “Amarcord” y “Blowup”, y además un Poeta enorme en el más justo sentido del término, un Poeta con mayúsculas al que podemos leer en español gracias a la formidable traducción de sus poemas que hizo el poeta valenciano Juan Vicente Piqueras.
Conocí a Tonino en el festival de cine de Cannes, durante una cena. Yo estaba paralizado de emoción pues sentado junto a mí tenía a un genio del arte de contar historias en la pantalla grande: Michel Angelo Antonioni, que aquejado de una enfermedad que casi le impedía moverse, apenas podía hablar, pero con su mirada lo expresaba todo.
De pronto los ojos de Antonioni se iluminaron más todavía y, auxiliado por su esposa, se incorporó para abrazar al elegante y venerable anciano que se había acercado a nuestra mesa. Era Tonino Guerra, y yo agradecí a la vida por esa oportunidad de estar junto a dos gigantes a los que tanto admiraba.
Tonino habló con su amigo Antonioni sin dejar de acariciarle las manos. Había amor de amigos en ese gesto, un amor fuerte que borró la angustia que sentía Antonioni por no poder expresarse con entera nitidez. Y luego, ese hombre de estatura pequeña, de cuerpo frágil, compañero de andanzas de Fellini, de Ettore Scola, de Ennio Flaiano, del gran Sabatini, tomó mis manos y sin dejar de mirarme a los ojos dijo:
-Caro mío. Leí el guión de tu película Nowhere, me ha gustado mucho pese a que temo a las ideas corales. En suma, te ruego que vengas a mi casa de Rimini para darte algunos consejos.
Lloré, claro que lloré frente a la generosidad de un Maestro, de un sabio, y le indiqué mi disposición de ir a su casa cuando lo estimara conveniente.
Dos días más tarde, junto a Massimo Vigliar, mi noble amigo y productor de mis películas Nowhere y Corazón Verde, viajamos a Rimini. En el camino pensaba en qué honor tan grande me brindaba la vida. Oír la opinión y los consejos de un Poeta enorme como Tonino Guerra era un premio, ¡era un gran premio!
Ya en su casa, me invitó a dar una vuelta y sugirió que nos sentáramos a conversar en uno de sus rincones favoritos. Era un jardín lleno de plantas aromáticas, desde la albahaca al orégano, del romero al eneldo, de la yerba luisa al cilantro, todas cultivadas por él. A ese lugar lo llamaba ” El Jardín de Los Aromas Olvidados”.
Justo al mediodía me llevó al extremo más soleado del lugar. Ahí había y hay una pequeña estatua que, vista desde una óptica horizontal representa a dos palomas en el momento de levantar el vuelo, pero cuando el sol se situó exactamente encima de la estatua, las palomas proyectaron una sombra mágica y hermosa: eran los perfiles de sus queridos amigos Federico Fellini y Giulietta Masina en el momento preciso en que se daban un beso tan fugaz como el desplazamiento solar. Y esa estatua de homenaje al amor de sus amigos también era obra de Tonino Guerra.
Recibí de Tonino Guerra los mejores consejos que puede recibir un guionista, pero formulados sin la menor pedantería ni la autoridad que le confería su enorme experiencia, sino con el mismo cariño de amigo con que más tarde compartió conmigo un pan recién horneado por el panadero de su pueblo.
Caminando, me repitió que, si estaba de acuerdo en que el guión era la estructura que sostenía todo el peso de la película, entonces también concordaba en que debía ser una estructura tan sólida como elástica. “Una estructura asísmica”, indicó Tonino Guerra.
Seguí todos y cada uno de sus consejos. Todos eran justos, acertados, hacían más ágil la historia, por primera vez pude “ver” mi película antes de rodarla y, por sobre todo, daban un gran protagonismo a la ternura como la gran fuerza de los personajes. “La única épica legítima está en la ternura”, me enseñó Tonino Guerra.
Una semana más tarde le envié el guión corregido, y a los dos días me llamó por teléfono.
-Caro mío; ahora sí que es un guión como me gustan.
Medio año más tarde, con Guiseppe Lanci como director de fotografía, Roberta Allegrini como “camara woman” y un equipo de ciento ochenta personas, empezamos el rodaje de Nowhere en el norte de Argentina, en la provincia de Salta, en un desierto cerca de la frontera con Bolivia. La primera vez que ordené ¡acción! y tras el golpe de claqueta empezó la aventura, dediqué esa primera toma a mi Maestro Tonino Guerra.
Durante el rodaje, Tonino me llamaba cada dos o tres días. Quería saber qué había filmado, desde Italia seguía, guión en mano, las secuencias que conseguía rodar en Argentina, me pedía que le describiera los planos, me insistía en que mi gran aliado era mi director de fotografía, yo continuaba recibiendo los sabios consejos de mi amigo.
-Caro mío; vas bien, nunca olvides la poesía de las pequeñas cosas, no escatimes en planos secuencia pues siempre son de gran ayuda durante el montaje, haz del plano secuencia tu diario de dirección y siempre memoriza cada detalle del último plano que filmaste. Y si los productores te dicen que gastas demasiada película mándalos a tomar por culo: tú eres dios en tu película.
Volví a verlo muchas veces. Tengo un gran tesoro; un libro inédito de Tonino Guerra, ilustrado por él mismo, que me regaló como prueba de amistad durante las celebraciones de sus ochenta años. Tonino era la generosidad en estado puro.
Y hoy se fue mi amigo, mi venerado Maestro: Il mio carissimo Tonino Guerra.