Hace un par de días la columnista de este medio Nivia Palma usaba su tribuna para asumir la defensa de una amiga despedida y, de paso, ajustar cuentas pendientes sumida en la nostalgia de su vida profesional.
Bajo el provocador título “¿Qué está pasando en la Cámara del libro?” exudaba todas sus iras hacia mi persona, denostándome odiosamente, en una evidente reproducción de sensiblerías infundadas.
Intentaré usar esta valiosa columna de opinión y ejercer mi derecho a réplica evitando que los lectores se repitan un plato de asuntos domésticos.
Lo que está pasando en la Cámara del Libro es que se está ejerciendo la democracia, el mandato de los socios, quienes resolvieron en elecciones libres terminar con una larga conducción que ya no les satisfacía.
Fui elegido Presidente del gremio por una amplia mayoría que en forma explícita me empoderó para realizar los cambios que clamaban sus estamentos.
Todas las decisiones que a la Sra. Palma le parecen arbitrariedades mías fueron tomadas por un directorio en forma unánime, haciendo uso de sus potestades.
Pretender que las nuevas autoridades electas en una asociación gremial no cuenten con equipos profesionales idóneos y de confianza es un despropósito.
La Cámara no es una asociación para vivir del libro, sino para trabajar en pro del libro y la lectura en Chile. Estamos empeñados en trabajar unidos, con todos los actores involucrados, con grandeza de miras, para dar un salto en los grandes temas que atañen al libro y que han estado estancados por años.
Abusando de la paciencia de los lectores, la Sra. Palma aprovecha su columna para jactarse del proyecto “Maletín Literario” intentando difamarme mediante insinuaciones y medias palabras, y reescribir la oscura historia que protagonizó.
Debo entonces completar el relato: junto a los dos editores que ella no identifica, Pablo Dittborn y Carlos Ossa, decidimos hacer denuncia pública por la falta de transparencia en el concurso de adquisición de libros para ese proyecto, ya que había dejado fuera a importantes autores que habían sido seleccionados por un jurado de notables, aduciendo que las maquetas (no los libros) “se despegaban”.
Esos autores eran, entre otros, Manuel Rojas, Isabel Allende, Quino, Fuguet. Si hubo manipulación, corrupción o descriterio en esa decisión será algo que determinará quien investigue la historia.
Los antecedentes están disponibles en los diarios de febrero de 2009 y en el acta de la sesión extraordinaria del directorio de la Cámara del Libro de esa fecha, donde se resuelve intimar a la Sra. Palma para que responda las contradicciones del concurso. Las tardías respuestas no hicieron más que aumentar las dudas.
Intento comprender a la Sra. Palma en sus cajas destempladas, toda vez que en su blog se autodefine como una persona de “grandes pasiones y poca neutralidad”.
De esa confesión de partes ya nos dio pruebas públicas en varias ocasiones, la última pensé que sería al concluir su periodo en la Dibam, cuando con redoble de tambores le recomendó al ministro de Educación entrante, Joaquín Lavín, que redestinara los fondos de los programas concursables para libros y creación, a la reconstrucción de las iglesias deterioradas por el terremoto. Iniciativa que felizmente suscitó el desprecio público.
Reitero la convicción de respeto por las tribunas públicas de opinión ya que son muchos los temas serios que en este país requieren debate y reflexión.
Manifiesto mi repudio cuando se abusa de ellas para pasar gato por liebre de una agenda privada.