(Esta, sobre “el hombre basura”)
-6 A. M.-
Cuando los pájaros matutinos, ya cantaron.
En el silencio del baño, algo me distrajo. Era el sonido de la espuma al desaparecer en el lavatorio.
¿La (¿o lo?) ha escuchado alguna vez?
(Si hace globitos de saliva que se rompen entre los labios, suena casi igual).
Seguí sentado, tranquilo, mientras recordaba al “hombre basura”, porque el baño sigue siendo uno de los últimos buenos lugares, para recordar y pensar.
El día de ayer, en medio del calor abrasador de los 30 grados a la sombra, cruzó veloz como siempre,(también como una sombra), envuelto completamente con bolsas de basura negras y opacas, como su rostro oscuro y sucio de modernidad.
Cuando quise fotografiarlo con mi celular, ya había desaparecido en su viaje al subsuelo de los residuos y los desechos.
Era una basura viva, sudorosa, envuelta y móvil, en un viaje permanente hacia ningún lugar.
Solo. Solo. Siempre solo.
Solo como bolsa de basura, a la espera de un perro hambriento y solitario.
Quizá huye de los camiones, de los camiones de basura, y sus únicos enemigos, sean los basureros, (con los que tiene pesadillas recurrentes), y los perros comedores de basura.
O anda en busca de ellos, sus sepultureros, para ser enterrado con los honores de un hombre solo,(con una trompeta arrojada a la basura), que sólo vaga como basura, en un buen, buen basurero, (ojalá privado), y lejos, muy lejos, de la gran ciudad.
En general, todos lo han visto caminar presuroso en el sector oriente de la capital, asumiendo con dignidad su condición de hombre (basura), y al mencionárselos, sólo dicen con indiferencia –sí, si lo he visto-.
(Claro está, que no hay nadie que no conozca la basura).
La basura se deja frente a la casa en bolsas oscuras, negras como la muerte, para que se la lleven los basureros. Pero nadie espera que se levante, que se mueva, que camine, que camine como un hombre, el “hombre basura”.
(Salvo que arrojemos los hombres a la basura, cuando aún están vivos).
Como no creo que sea así, parafraseo a Parra, (con todo respeto).
Erase un hombre basura, que vive en una casa basura, en una calle basura, frente a una ciudad basura.
Debiéramos reciclar a los hombres basura. En las esquinas debiera haber grandes contenedores para arrojarlos y transformarlos en abono, para los parques y jardines que embellecen la ciudad.
Pero…
¿Ha pensado que sucedería si no existiera la basura?
Nadie podría así, basurear al otro, gritándole… ¡No eres más que una basura!…
O ya no existiría más la “tele-basura”.
O exclamar… ¡“El mundo es una basura”!…
O sea, sin la basura, el mundo sí sería una basura, de verdad.
Por suerte, sí existe la basura, (y los “hombres basura”), pienso aliviado, aunque de pronto, me asalta una duda existencial.
¿Cómo irán al baño en una emergencia, si están completamente envueltos en bolsas de basura? Obvio, no necesitan sacárselas porque son para la basura…
Pero como ya son demasiados pensamientos-basuras, y se me acalambró una pierna por estar tanto tiempo sentado, me levanto del baño, y tiro la cadena para que se vaya la basura…donde debe estar…
Mientras cierro la puerta, por suerte, se me ocurre la última idea (¿basura?)
Si lo ve, si ve al “hombre basura”,(que sí existe de verdad), regálele bolsas, bolsas de colores transparentes.
Así, la basura, los “hombres basura”, iluminarán la noche,
La noche del 24
Como luciérnagas, (de esperanza)
Y destellos de humanidad.