Para Nietzsche el ser humano es voluntad de poder, como acumulación de fuerzas en pugna, que interpreta y valora el mundo, para asegurarse la dominación de acuerdo a sus intereses vitales como voluntad dominadora y creadora.
Con el estruendo de un martillazo, que convierte en fragmentos el amor, exclama: “¡Que los débiles y los fracasados perezcan!”,( y¡se jodan los perdedores!)
Esta frase, simbólicamente, representa muy bien lo que tiende a suceder hoy, no sólo en la sociedad, sino también en el mundo económico del mercado (salvo los “salvados”).
Esto lo advirtió A. Smith, cuando planteó que: “Esta disposición a admirar, y casi a idolatrar, a los ricos y poderosos, y a despreciar o, como mínimo, ignorara a las personas pobres y de condición humilde…es la principal y la más extendida causa de corrupción de nuestros sentimientos morales”.
Para Niklas Luhmann el poder organizacional, basado en la “capacidad de disposición sobre la contingencia, en relación a los roles deseados”, yace en la capacidad de condicionar su pertenencia, y poder despedir a una persona si no se cumple con sus exigencias (dejándole el “poder” de la renuncia en las condiciones inversas). Pero le ofrece a su vez, el poder de las posibilidades de desarrollo y de puestos mejores.
Los trabajadores organizados, a su vez, pueden ejercer el poder de paralizar el trabajo y “perturbar”el curso de la empresa tratando de restablecer relaciones de poder más justas.
Los ciudadanos organizados también pueden ejercer su poder legítimo, para cambiar las relaciones globales de poder socioculturales y aun políticas,para que conduzcan a una mayor humanización y bien común.
Además, el poder reduce la complejidad general, al limitar las posibilidades de cursos de acción futuros, y grados de libertad, transmitiendo “complejidad reducida”.
Pero el poder y su uso, limitan finalmente en la violencia, la posesión y la pérdida de libertad deshumanizadora.
Sólo el amor, como apertura responsable al misterio de la otra(s) persona(s), permite trascenderlo, en una relación donde no se limitan, (y aún se acrecientan), las libertades mutuas de desarrollo en un proyecto de bien personal y común.